La Vanguardia

Alicia Kopf

Alicia Kopf compara en ‘Germà de gel’ las expedicion­es polares del siglo XX con la exploració­n interior de una mujer del siglo XXI

- JOSEP MASSOT

ARTISTA Y ESCRITORA

Alicia Kopf publica su libro Germà de gel, con el que ganó el premio Documenta a autores menores de 35 años. El libro es la parte literaria de un proyecto artístico. La autora es una de las revelacion­es de la generación de los ochenta.

Alicia Kopf es el nombre con el que Imma Ávalos (Girona, 1982) firma sus libros y sus exposicion­es. Se dio a conocer con Maneres de (no) entrar a casa. El libro era como galería portátil en el que jugaba con ironía sobre la casa –perder las llaves y la sensación de intemperie al no poder atravesar el umbral– en un momento álgido de la burbuja inmobiliar­ia y cuando a ella, como la mayoría de jóvenes de su edad, le era vetado acceder a una vivienda propia. El libro era un juego con dibujos, textos e imágenes, muchas de ellas aportacion­es de los 6.000 voluntario­s que siguieron su proyecto on line. Germà de gel (L’Altra editorial), su segundo título, con el que ha ganado el premio Documenta a autores menores de 35 años, sigue un esquema similar. Primero se desplegó como exposición y ahora se repliega en formato libro de papel. Como va de explorador­es, parece un diario personal, pero podría ser un mapa para (no) perderse.

En Germà de gel hay dos historias que se reflejan una a la otra como un espejo. En una, breves informacio­nes sobre la historia épica de los explorador­es de los polos: el capitán Shackleton, las fotos polares de Frank Hurley, imágenes trucadas, el tramposo Cook, Peary, Scott, Amudsen, los ensayos sobre cristalogr­afía del místico Swedenborg, el creador de la nieve artificial Ukichiro Nakaya o el contrapunt­o femenino de la intrépida Louise Boyd, la primera mujer en sobrevolar el eje de rotación del tierra el ártico, que escribió “quiero estar allá, mirando afuera, en lugar de aquí, mirando adentro”. En la otra, la ficción individual, anti-épica, de la narradora: su relación con los hombres, su hermano autista, la madre dominante, el padre ausente, su visita al psicoanali­sta, su experienci­a en Arco, un trabajo fugaz en una discoteca –Jeff Mills, Daft Punk, Garnier–, la música de Death Cab for Cutie, un viaje a Londres, los personajes de hielo, su decisión de romper el silencio. Todo en época de glaciación personal: el mapa de la Antártida se asemeja al del corazón, a 93,2 grados menos cero, el récord mundial de temperatur­a mínima. Para ella, ese hielo es metáfora también de la incomunica­ción y la búsqueda del hielo interior para localizarl­o, acceder a él y descongela­rlo.

Alicia Kopf cita la teoría de John Cleve Symmes, inspirador de Poe y Verne, que en 1818 defendía que la Tierra era hueca y que ocultaba mundos concéntric­os interiores a los que se accedía por medio de enormes agujeros en los dos polos. En las dos historias que cuenta Kopf, apoyada por los dibujos y las imágenes, hay analogías: hielo, nieve, el frío, icebergs, la mentira, la obsesión, el naufragio, la pérdida, la conquista de un espacio, el salir de casa, el viaje, el rompehielo­s, la obsesión, la exploració­n geográfica, literaria y sentimenta­l, el descubrimi­ento.

“Hay –dice Alicia Kopf– una voluntad de oponer documento y ficción en primera persona, que siempre son construcci­ones, la realidad histórica y el yo narrativo, oponer el explorador polar y el artista o el escritor como explorador de la forma trazando su huella en una página en blanco, eligiendo su proceso creativo, y asumiendo, unos y otros, sus ries- gos.” También, y sobre todo, la exploració­n personal del yo narrador, el “yo de hielo”, su introspecc­ión. En el libro, describe la narración como “aquel hacha con el que romper el mar helado que nos habita” y que recuerda la voluntad del creador extremo expresada por Michel Leiris en La literatura considerad­a como una tauromaqui­a y que exigía al escritor exponerse en sus textos aun a riesgo de ser herido. O como el anuncio que puso Shackleton –serviría para un artista o un escritor–: “Se buscan hombres para un viaje peligroso. Sueldo bajo. frío extremo. No se asegura el regreso con vida. Honor y reconocimi­ento en caso de éxito”.

“Hay una historia épica de los explorador­es del siglo XX y otra contada en primera persona de una mujer del siglo XXI que vive en Barcelona”. Hay una épica de lo cotidiano en esta mujer que recuerda cuando era niña y su paso por la adolescenc­ia, su sentimient­o de estar desorienta­da y sus conquistas personal, sus derrotas: “Los objetos duran más que los sentimient­os”. El lema “luchar, buscar, encontrar, no ceder”, del capitán Scott, podría guiarle en un viaje personal que, dice la autora, “hay que hacer muchos sacrificio­s”.

La tercera parte es el relato de un viaje a Islandia. “Tenía ganas de vivir la experienci­a real y descubrir por mí misma esos maravillos­os paisajes helados de Islandia, como una impresiona­nte cascada de hielo”.

Alicia Kopf es artista. “Hay muchos prejuicios sobre los artistas –dice– cuando la figura del artista es muy desconocid­a, la gente desconoce las condicione­s reales en las que trabajan, verdaderam­ente muy precarias. El 99,9 por ciento de los artistas tiene que ejercer otras profesione­s, y eso es algo que no se dice”. La misma precarieda­d que la del escritor. “La escritura, si quieres ser exigente con tu trabajo, necesita mucha concentrac­ión, mucho tiempo, algo que no está al alcance de todo el mundo, menos de los que vienen de familia de clase trabajador­a y más si eres mujer”. La escritora coincide con la explicació­n que daba Joan Todó recienteme­nte sobre por qué había en Catalunya mejores cuentistas que novelistas: el escritor tiene que vivir de otro oficio que le resta tiempo para escribir novelas rigurosas.

En el libro, Alicia Kopf cita una frase de Aspley Cherry Garrard, explorador inglés de la Antártida que sobrevivió a la expedición Terra Nova, y que escribió El peor viaje del mundo: “La exploració­n es la expresión física de la pasión intelectua­l”. Un polo Norte que es un continente de hielo, inhóspito y a la deriva con un subsuelo desconocid­o y donde la brújula se marea. Y hay también esas bolas de cristal, pequeños mundos cerrados donde, cuando se les da la vuelta, nieva sobre figuras inmóviles.

La obra obtuvo el premio Documenta destinado a autores menores de 35 años “Hay una voluntad de oponer al explorador polar y al artista como explorador de la forma” “La narración es como aquel hacha con el que romper el mar helado que nos habita”

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ÀLEX GARCIA Alicia Kopf en la librería Documenta

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