Ferran Mascarell & José María Lassalle
Madrid también tiene mañanas sutiles, ingrávidas y gentiles como pompas de jabón. Son raras y hay que prestarles atención. Ayer hubo una.
José María Lassalle, secretario de Estado de Cultura y miembro del comité ejecutivo del Partido Popular presentó en el hotel Ritz a Ferran Mascarell, nuevo delegado de la Generalitat de Catalunya en la capital de España, conseller de Cultura con los presidentes Pasqual Maragall y Artur Mas, federalista trasplantado al independentismo e ideólogo de las “estructuras de Estado”, uno de los tropos del moderno soberanismo catalán.
Convocaba el acto el Fòrum Europa, activo organizador de desayunos políticos en las principales ciudades españolas, bajo la batuta del leonés José Luis Rodríguez. Es mérito del señor Rodríguez haber contribuido a un cambio de hegemonía en la relación entre política y digestión: los desayunos políticos, con zumo de naranja, café con leche y bollería miniaturizada, han conseguido relegar las pesadas cenas-coloquio de la transición, tantas veces regadas con pacharán cuando se encendía la hora del habano.
Son días de vacío narrativo y las palabras cuentan. Lassalle se proclamó sin ambages “liberal heterodoxo” y dedicó amistosas palabras de elogio a Mascarell, sin dejar de subrayar sus diferencias de criterio en lo que concierne a la unidad de España. “Ferran cree que a Catalunya no le queda otra opción que la independencia; yo sostengo que aún es posible la conllevancia orteguiana”. Lassalle y Mascarell han compartido muchas horas de reunión desde sus respectivas responsabilidades en la política cultural. Se conocen las habilidades, los trucos y los puntos débiles. Y ayer quedó claro que se aprecian. Mensaje de Lassalle a los oteadores del porvenir político: hacen falta heterodoxos.
Mensaje de Mascarell: “España como realidad civil es hermosa, pero el Estado español es de baja calidad. La gran mayoría de los catalanes tiene una relación cordial con España, pero no se sienten bien representados y defendidos por el Estado”.
Mascarell leyó el fragmento de una carta de Pasqual Maragall a Felipe González en 2006 advirtiendo del riesgo de ruptura si el Estatut acababa mal. (Siempre Maragall en los momentos en que hay que interpretar el pasado reciente). No habló de heterodoxias, pero propuso una “nueva sintaxis” que ayude a dialogar sobre la actual situación con más lucidez que resentimiento. Mascarell abogó por el diálogo, sin pronunciar esa palabra, hoy deteriorada por exceso de verbalización y defecto de práctica.