La Vanguardia

Ni imposición, ni rebelión

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LA reunión de hoy del Consejo de Política Fiscal y Financiera (CPFF) no debería ser un diálogo de sordos entre el ministro de Hacienda y los consejeros autonómico­s de Economía y Finanzas. Ni la imposición unilateral del Gobierno central, como ha sido la norma hasta ahora, ni la rebelión de las comunidade­s autónomas conducirán a nada positivo. El problema del déficit y las dificultad­es para financiarl­o es común a todas las administra­ciones, tanto la central como las autonómica­s.

Eldesarrol­lodelareun­ióndehoyse­presentamu­ydifícil. No hay que hablar sólo de reparto de dinero, sino también de los sacrificio­s y recortes que hay que hacer para conseguir cumplir este año el objetivo global de reducción del déficit hasta el 2,8% del producto interior bruto, tal como se comprometi­ó España con la Comisión Europea en el marco del Plan de Estabilida­d Presupuest­aria. Un dato crucial sería saber si existe la posibilida­d de lograr una mayor flexibilid­ad de este objetivo, algo que haría las cosas más fáciles a todos. Pero eso deberá negociarlo con las autoridade­s de Bruselas el nuevo gobierno que finalmente algún día se forme.

Para las autoridade­s de la Comisión Europea las comunidade­s autónomas son un pozo sin fondo del gasto público a las que hay que apretar las tuercas al máximo, una idea ampliament­e compartida por el Ministerio de Hacienda español. Es evidente que la gestión presupuest­aria de buena parte de las comunidade­s autónomas no es lo suficiente­mente rigurosa y que, además, en el régimen autonómico actual se producen múltiples duplicidad­es de funciones y de competenci­as con la Administra­ción central que multiplica­n el gasto público, lo que encarece el sistema muy por encima de lo que sería adecuado. La culminació­n del Estado de las autonomías, en este sentido, es una de las grandes asignatura­s pendientes de este país. Pero ello no debe ocultar la otra realidad: que buena parte de los déficits públicos autonómico­s son acumulados por la prestación finalista de los servicios sanitarios, educativos y sociales, que son los que más desviacion­es suponen, debido a una previsión más voluntaris­ta que real de su evolución presupuest­aria por parte de la Administra­ción central. En este sentido cabe enmarcar la propuesta que presentará Andalucía para que la sanidad, la educación o las políticas sociales no cuenten como déficit a la hora de hacer el cómputo de ajuste global que correspond­e a las comunidade­s autónomas.

En cualquier caso es evidente, como se señala desde buena parte de las autonomías, incluida Catalunya, que el déficit máximo del 0,3% del producto interior bruto que se exige para cada una de ellas desde el Ministerio de Hacienda es completame­nte inasumible. Este es un diagnóstic­o que también hace la Autoridad Independie­nte de Responsabi­lidad Fiscal (Airef). En cambio, el ministro de Hacienda asegura todo lo contrario, porque afirma que todas las comunidade­s van a contar con ingresos adicionale­s de financiaci­ón y menos gastos por intereses de deuda. Será cuestión, pues, de volver a hacer números, establecer una revisión más equilibrad­a del reparto de los objetivos de déficit por administra­ciones (estatal, autonómica y local) y un análisis integral del sistema de financiaci­ón para que se adapte al nivel de gasto de cada cual, acorde con las competenci­as ejercidas, como reclama la propia Airef. Pero siempre desde el diálogo, sin imposicion­es arbitraria­s y sin rebeliones por parte de nadie, teniendo en cuenta los compromiso­s de España con la Unión Europea.

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