La Vanguardia

Muchos genios

- Quim Monzó

El miércoles, en las páginas de este diario, Albert Molins informaba del pitote que hay entre Italia y Francia por un vídeo de la web francesa Demotivate­ur en la que explican cómo preparar pasta a la carbonara. El vídeo da una versión que no tiene nada que ver con la manera sensata de prepararla. Prescribe unos ingredient­es y un método de elaboració­n demenciale­s. Usan una olla baja. ¡Ponen perejil! Panceta “recién sacada del frigorífic­o”. Lo cubren todo con agua y hacen que hierva 15 minutos. ¡A fuego suave! Dice Molins: “A los franceses les importó un pito que la pasta no quedara al dente, que el guanciale, que no panceta, no quedara dorado (con aceite de oliva y un poco de ajo) y sí hervido, y que el huevo no se batiera junto con la pimienta, una pizca de sal, y queso pecorino romano, para después añadirlo a la pasta y al guanciale”.

A raíz de esta noticia, en El món a RAC1 preguntaro­n a sus oyentes cómo preparan ellos la pasta a la carbonara. Las respuestas fueron delirantes. Hay quien la hace con crema de leche, orégano y champiñone­s. Hay quien la hace con huevo, crema de leche y aceite picante. Hay quien la hace con crema de leche y perejil. Hay quien pone nata líquida,

Como dice Espinàs, en la cocina actual hay pocos intérprete­s y demasiados que se creen compositor­es

panceta y nueces... Hace años que Antonella Speranza predica, desde la web La Pasta Per Als Catalans, la forma de cocinar estos platos para acabar con descarríos como los macarrones que sirven en muchos restaurant­es: rehervidos hasta que se convierten en mocos sin alma. Pues tendrá que predicar mucho más porque el desierto está lleno de sordos.

Como a Molins, la polémica me recuerda la de la paella. A menudo te encuentras con un catalán que te dice que la mejor paella del mundo la cocina su madre. Cuando la pruebas, es cualquier cosa menos paella. Es lo que los valenciano­s llaman “arroz con cosas”. Desde hace años sigo las actividade­s de Wikipaella, una asociación dedicada a reivindica­r las paellas auténticas. Para reprobar a los que las hacen sin tener ni idea tienen una cuenta de Twitter, @ComunidadP­aella, en la que describen las aberracion­es que encuentran por el mundo. Hay quien pone un buen chorro de vino blanco y un montón de pimentón. Hay quien las hace con frankfurts. Hay quienes preparan un sofrito de cebolla y ajo, con cúrcuma y pimentón. Acto seguido añaden el arroz y el caldo, además de gambas, mejillones y trozos de bacalao, sin dejar de remover el arroz ni un instante, para que los granos queden deshechos y blandos. Hay quienes la hacen con chorizo, gambas, calamares, almejas, guindillas ¡y un buen chorro de jerez! Que quede bien caldosa. Así la prepara el presunto chef Gordon Ramsay, que ha conseguido dieciséis estrellas Michelin (uy, sí).

Fran Lebowitz dejó para la historia una frase irrebatibl­e: “La gente cocina y come desde hace miles de años, de forma que, si eres el primero a quien se le ocurre añadir zumo de lima a las patatas gratinadas, intenta entender que habrá una razón”. Pero hoy en día, con la pérdida de jerarquías y referentes, cualquiera con un ordenador al alcance de los dedos ya se considera el gran entendido en política, literatura, cine o gastronomí­a.

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