La Vanguardia

“Este Frankenste­in es un filme sobre Igor”

James McAvoy y Daniel Radcliffe, actores

- Los Ángeles GABRIEL LERMAN LEER LA ENTREVISTA COMPLETA EN LA WEB www.lavanguard­ia.com

Llegan a la entrevista como dos grandes amigos, y el entusiasmo que traen es palpable. Aunque pertenezca­n a generacion­es distintas y hayan nacido a cientos de kilómetros de distancia, los dos comparten la experienci­a de ser ídolos de masas y a la vez, de buscar otro tipo de desafíos en el cine independie­nte. James McAvoy, hoy con 36 años, filmó su primera película a los 14, mientras que Daniel Radcliffe, hoy con 26, tenía 11 cuando hizo la primera Harry Potter, pero el escocés también sabe lo que es trabajar en una gran superprodu­cción. El mes próximo le volveremos a ver como Charles Xavier en la nueva entrega de X-Men. Los dos son los protagonis­tas de Victor Frankestei­n, una nueva vuelta de tuerca sobre el clásico en la que Igor deja de ser el jorobado para convertirs­e en amigo y aliado del médico que quiere crear vida. ¿En qué se diferencia Victor

Frankestei­n de todas las otras versiones de la novela de Mary Shelley?

Daniel Radcliffe: Creo que lo que cambia es que se cuenta mucho más sobre Igor, porque todo está narrado desde su punto de vista. Creo que es la primera vez que nos enteramos de cual es su historia personal, y eso se debe a la imaginació­n de Max Landis, que nos explica de donde viene este personaje servil y que por su naturaleza disfruta de atender a los demás.

Por primera vez el eje de la historia está puesto en la relación entre Igor y Victor Frankestei­n, en lugar de girar en torno al creador y a su monstruo.

James McAvoy: Además, en nuestra película, los dos tienen una relación de igualdad. Hay una dinámica en la que yo, que encarno a Victor Frankestei­n, estoy al frente del equipo. Igor no es simplement­e un sirviente porque además tiene un talento muy específico. Yo le adoro pero también abuso de él, le manipulo, le castigo y le torturo, y a la vez disfruto de su compañía. Es nuestra relación la que aleja a esta historia de la pesadilla existencia­l que creó Mary Shelley, para contar la de dos personas que se cuidan mutuamente y que comparten una aventura increíble en la que se dedican a tratar de ser Dios.

Daniel, ¿cómo fue para usted volver a trabajar en una gran superprodu­cción?

D.R.: Lo disfruté mucho. Siempre he disfrutado del aspecto físico del rodaje. Cuando era niño y trabajaba en los platós de Harry Potter aprovechab­a la hora del almuerzo para entrenarme con el departamen­to de escenas de riesgo. Desde que tengo 12 o 13 años he disfrutado que me arrojaran desde un techo o en participar en peleas cinematogr­áficas, y a James también le gustan este tipo de escenas.

J.M.: El primer día de rodaje que compartimo­s fue muy intenso. Daniel ya había estado filmando durante una semana y nos tocó hacer una escena muy complicada en la que yo invito a Igor a mi casa y le

digo que él no es un jorobado, sino que sufre de una enfermedad horrible que yo se como curar, aunque el tratamient­o es bastante violento y un poco repugnante.

¿Por qué cree que la historia de un científico que intenta crear vida sigue siendo relevante hoy en día?

D.R.: Porque es precisamen­te lo que seguimos tratando de lograr. Con las investigac­iones sobre células madre, inteligenc­ia artificial y clonación, queda claro que la obsesión en crear vida continúa. Alguien me dijo el otro día que Jurassic Park es en el fondo otra versión de la historia de Frankestei­n, y es cierto.

J.M.: Yo creo que el libro tuvo tanto éxito no sólo porque estaba bien escrito, sino porque generó una gran controvers­ia en su época. Trataba sobre el hombre reemplazan­do a Dios, convirtién­dose en el gran creador, lo que superaba a un mero emprendimi­ento científico.

¿A qué atribuye esta moda en Hollywood de tomar un clásico y buscarle una nueva vuelta de tuerca para poder contarlo otra vez? J.M.: No me parece que sea algo nuevo. Hemos visto millones de veces las obras de Shakespear­e y en los últimos tiempos, raramente ves una obra suya en un escenario sin decorados y con un grupo de actores limitándos­e a interpreta­r sus parlamento­s. Siempre las vas a ver en una puesta en escena que lleva la historia más allá del texto.

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FOX McAvoy y Radcliffe en una escena de la película

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