‘Believers’
Jürgen Klopp ha cambiado la cara del Liverpool, que, sin estar cerca de su mejor versión, ya ilusiona a sus fans
Cuando llegó a la ciudad del río Mersey en octubre del 2015, Jürgen Klopp se autoproclamó the
Normal One. No le hizo falta nada más para ganarse el cariño de la afición. El Liverpool, que había destituido a Brendan Rodgers tras una racha de malos resultados, quiso a un entrenador capaz de recuperar la simbiosis fans-jugadores. Esta había desaparecido, y el poder de Anfield apenas era efectivo. The Kop, la emblemática grada, ya no intimidaba. “Trataré de convertir a aquellos que dudan en believers (creyentes)”, dijo entonces. Seis meses después, los reds tienen otra cara. No, no son favoritos para la liga como lo eran antaño; tampoco están en Champions League, pero sin promesas imposibles ni objetivos inalcanzables como meta, este Liverpool ha devuelto la ilusión a su gente. Y gran parte de la responsabilidad la tiene el técnico alemán.
“Estoy muy contento por la clasificación. Los jugadores, también. El club, igual. Ahora vosotros, si queréis, también podéis estarlo”, espetó Klopp a finales de noviembre cuando su equipo pasó de la fase de grupos en Europa League. “Desde Alemania siempre me dio la sensación de que en Inglaterra no gusta esta competición”, declaró sin faltar a la verdad. Cuando el sorteo determinó un cruce en octavos de final con el Manchester United, eterno rival de los reds, los cuartos se volvieron una obligación moral. La eliminatoria, primera entre ambos en competición continental, se tomó como un choque entre dos estirpes en decadencia. Ya no eran los dos clubs de rojo más temidos, pero eliminar al equipo que uno más odia era premio suficiente.
Klopp logró que en Anfield se apreciara una competición otrora despreciada. Con sus gestos desde la banda, sus saltos, las celebraciones apasionadas y ayuda del azar con cruces atractivos, ha sido precisamente la Europa League el torneo que ha despertado la magia del estadio red. La noche del jueves ante el Borussia Dortmund se recordará durante generaciones. “Por partidos así se inventó el fútbol”, describió el diario Bild. La épica remontada ante el exequipo del técnico alemán es el perfecto resumen de lo que ha conseguido en medio año. Marcar a fuego su sello de identidad.
El You’ll never walk alone entonado a cappella como hacía años que no se cantaba fue la primera muestra del poder de Klopp. Pero también la fragilidad defensiva de su equipo, capaz de desconcentrarse a rachas y encontrarse con un 0-2 de arranque en apenas nueve minutos. Donde otros hubieran dado por acabada la eliminatoria, Klopp convenció a los suyos de que todo era posible. Durante el descanso, evocó la final de la Liga de Campeones en Estambul hace 11 años. Allí, el Liverpool acabó ganando su última Copa de Europa en los penaltis después de empatar un 0-3 en la media parte. “Si ellos pudieron, ¿por qué no nosotros?”, debió de arengar en el vestuario. Con ese espíritu de superación, apareció entonces otra muestra del ADN del alemán: el gegenpressing o presión continua, las ganas de recuperar el balón inmediatamente. La suerte puso su pizquita en el aliño, y en cuatro disparos a puerta, cuatro fueron los goles para sellar el pase a semifinales. Una locura.
Philippe Coutinho ya parece el jugador acorde a las expectativas. Mignolet sigue con sus incomprensibles salidas, pero sus paradas son clave. Los reds han sumado victorias este curso ante Manchester City –pese a ser su verdugo en la Capital One Cup–, Chelsea y United, razón para ser optimistas de cara al próximo año. Aunque la plaza de Champions esté cara, Klopp tiene un plan: que sus believers empujen al Liverpool a la final de la Europa League y allí, hacerse con el trofeo y el último billete para Liga de Campeones. Eso sí, hasta que se consiga, prohibido tocar la placa This is Anfield. “Es una señal de respeto”, afirma Klopp, que con esta frase también se ha ganado a las leyendas.