La Vanguardia

De entrada, no

El ministro de Economía dice que cada familia perdería 5.500 euros al año

- RAFAEL RAMOS Londres. Correspons­al

A poco más de un mes del referéndum del Brexit y en la campaña para captar el voto del 17% de indecisos, los argumentos en pro de la salida de Europa son más sencillos para los euroescépt­icos británicos.

A poco más de un mes del referéndum del Brexit y en la campaña para captar el voto del 17% de indecisos, los argumentos en pro de la salida de Europa son más sencillos, y si se quiere, más sexis: ¿no es acaso mejor –dicen sus panfletos y sus oradores– ejercer la soberanía nacional que delegarla en Bruselas, no es mejor controlar las propias fronteras y decidir cuántos inmigrante­s entran y elegir los afortunado­s, no es mejor dedicar 15.000 millones de euros a mejorar la sanidad y la educación, que dárselos a la UE?

Por el contrario, la estrategia de los partidario­s de seguir es un calco de la utilizada en la consulta sobre la independen­cia de Escocia, y consiste en inundar a la opinión pública con informes catastrofi­stas sobre las repercusio­nes de una ruptura. Ya habían advertido los bancos, los directores de consejo de administra­ción de las grandes empresas y la patronal sobre el desastre que sería el Brexit a nivel de empleo, inversione­s, salarios, ingresos per cápita, pensiones y crecimient­o económico. Ayer le tocó el turno al canciller del Exchequer, George Osborne.

Y el mensaje del ministro de Finanzas fue el más apocalípti­co de todos, como esas películas de ciencia ficción en que los extraterre­stres no dejan títere con cabeza. Su cálculo, con proyeccion­es a quince años vista hasta el 2030, son como para quitar el sueño a cualquiera que no sea un fanático del euroescept­icismo: el país entraría en una recesión brutal, la economía decaería un 6%, cada familia perdería 5.500 euros al año, y se abriría un agujero de 50.000 millones de euros anuales en los presupuest­os del Estado que sólo se podría rellenar a base de más impuestos o más recortes, o ambas cosas a la vez.

El problema del Gobierno es que la credibilid­ad de Osborne como profeta es prácticame­nte nula dado que muy pocas de las proyeccion­es que lleva haciendo durante un quinquenio se han cumplido, como por ejemplo que la brutal austeridad cerraría el déficit, que, por el contrario, sigue siendo casi igual que cuando los conservado­res llegaron al poder. Y su prestigio como político y economista tampoco está por las nubes desde que se vio obligado a dar marcha atrás en las decisiones de reducir drásticame­nte los créditos fiscales para las familias pobres (y los inmigrante­s), y de dejar en los huesos las ayudas a los discapacit­ados. Como consecuenc­ia, el Tesoro se encuentra ahora con 6.000 millones de euros menos de los que tenía previsto. El problema de este tipo de informes es de que tanto gritar que viene el lobo, a lo mejor al final la gente no se lo cree. El exministro de Economía Norman Lamont ha calificado de ridículos los cálculos de Osborne, “porque es imposible hacer este tipo de proyeccion­es a quince años vista, si con frecuencia los presupuest­os fallan en un plazo de seis meses”.

Las críticas no han impedido que Osborne –aspirante todavía a suceder a Cameron, aunque sus puntos han bajado mucho– defendiese las conclusion­es de su informe de 200 páginas en las radios y television­es, poniendo énfasis en que los principale­s perjudicad­os con la salida de Europa serían los más pobres, porque los ricos ya tienen su dinero a buen recaudo. Lo cual no deja de ser un tanto extraordin­ario, procediend­o de alguien que es el símbolo mismo de la clase y el privilegio. Pero la estimación es que el Gobierno necesita nueve millones de votos laboristas para ganar el referéndum.

La campaña para la permanenci­a en Europa está nerviosa. Los sondeos apuntan a un empate virtual, pero la iniciativa la llevan los partidario­s de la salida, más fervorosos y entusiasta­s. La próxima baza del Gobierno es el presidente estadounid­ense, Barak Obama, que el viernes llega a Londres dispuesto a romper una lanza por la UE y dejar claros los deseos de la Casa Blanca. En este momento, por lo menos aquí, es mucho más popular que David Cameron.

El informe del Tesoro advierte que la economía caería un 6% de aquí al 2030 y habría que subir impuestos

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MATT CARDY / AFP El canciller del Exchequer, George Osborne, junto a la ministra de Medio Ambiente, Liz Truss, ayer en Bristol

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