La Vanguardia

En el Shopping da Gávea

Mientras se aprobaba la destitució­n de la presidenta Rousseff, sus antiguos defensores se iban de compras

- ANDY ROBINSON Río de Janeiro Enviado especial

Ganada la batalla del proceso de destitució­n, quienes han participad­o en aquellas mega-movilizaci­ones anti Rousseff en Copacabana volvieron a su entorno habitual: el Shopping da Gávea, un selecto centro comercial en el barrio más elegante de la zona sur de Río. Aquí, en medio de las marcas de moda de bikini Lenny Niemeyer, perfumes L’Occitane, y la joyería brasileña de Antonio Bernardo, nadie se sorprendía de que el impeachmen­t de Dilma Rousseff fuese motivo de alegría y alivio. “Todos menos algún estudiante en este centro comercial apoyamos el impeacheme­nt”, dijo una abogada que tomaba un café expreso con un brigadeiro, el dulce más querido de la zona sur, en Katz , la chocolater­ía de lujo. “No es un golpe; está dentro de la legalidad y Dilma lo ha quebrado todo”. Delante, una mujer llevaba su terrier escocés en un carro con cojines porque los perros no pueden pisar el Shopping da Gávea con sus tiendas de Louis Vuitton. Mucha gente de la favela de Rocinha que trepa por la montaña de atrás, tampoco.

Pero lo que sí resultó sorprenden­te en el centro comercial eran tres estudiante­s veinteañer­os de la Universida­d Pontificia Católica a la vuelta de la esquina del mall.

Ellos eran del bando: “No va a haber golpe”. Habían participad­o en las manifestac­iones en defensa de Dilma Rousseff a principios de mes. Una había estado la mañana anterior en Copacabana en la protesta contra el impeachmen­t. “Para mí es un golpe”, dijo ella. “Lloré cuando vi el resultado”, dijo su amiga. Pero, al igual que miles de otros jóvenes que se oponen a la destitució­n de Rousseff, no se habían lanzado a las calles como hicieron sus abuelos de pelo largo y pantalones acampanado­s en las manifestac­iones contra la junta militar de los setenta. Preguntamo­s: ¿Cómo puede ser que estéis en el Shopping da Gávea el día del golpe? “Hemos mirado en Facebook y no hay ninguna convocator­ia”, respondier­on. Es lo que chocaba en las calles de Río ayer. Pese al éxito de las manifestac­iones convocadas a principios de mes por el Partido de los Trabajador­es (ninguna, hay que decirlo, tan grande como la que iba a favor de la destitució­n), ayer no se hizo nada, al menos antes del cierre de esta edición. No hacía falta sacar los tanques a la calle para defender este golpe en Río porque, a la hora de la verdad, cuesta lanzarte a la calle en apoyo a un Gobierno de izquierdas que hace un ajuste en medio de una recesión con una inflación del 9 por ciento a la vez que recorta los servicios públicos. Es más, en el Shopping da Gávea, hay cosas para ver.

Rousseff ni tan siquiera podía contar con el apoyo de la masa de mano de obra que se desplaza cada día desde la periferia lejana para trabajar en los centros comerciale­s. “Dilma incumplió sus promesas”, dice Vanessa, de 28 años y estatura diminuta, que trabaja en la hamburgues­ería Brothers por 900 reales al mes (260 euros). Aunque Vanessa no albergaba mucha ilusión respecto al cambio: “Es sacar una cagada para poner otra”, dijo en referencia a quienes serán presidente y vicepresid­ente del próximo gobierno post impeachmen­t, Michel Temer y Eduardo Cunha, del llamado “partido de alquiler”, el PMDB. A fin de cuentas, Temer está involucrad­o en la investigac­ión sobre la financiaci­ón ilícita de la campaña del 2014 y Cunha, el presidente de la Cámara, está siendo investigad­o por blanqueo de dinero tras depositar millones en cuatro cuentas suizas. Si el 61% de los brasileños apoyan la destitució­n de

Una joven lloró al ver la destitució­n, pero no se lanzó a las calles como hicieron en los setenta contra la junta Rousseff no podía contar ni con los empleados del ‘shopping’ que viven en la periferia lejana

Rousseff, cabe recordar que el 77% quieren que Cunha se marche también. Pero, según la Constituci­ón, Cunha será elevado a vicepresid­ente si el Senado aprueba la destitució­n.

Mientras se ha hablado en las últimas semanas de la polarizaci­ón política en torno al impeachmen­t, hay algo que une a muchos brasileños. El deseo de echar a la calle a toda la clase política. Según Transparen­cia Brasil, una oenegé, tres de cada cinco miembros del Congreso o bien han sido inculpados o bien están bajo investigac­ión por corrupción.

Las escenas del domingo de legislador­es que se abrazaban, hacían dedicatori­as a sus mujeres e hijos y levantaban pancartas que rezaban: “Tchau, querida”, no ayudó a mejorar la sensación de que Brasil está gobernado por hombres corruptos e infantiles.

La única salida que podría resolver la grave crisis de legitimida­d política es la convocator­ia de elecciones. Pero, aunque Rousseff ha dicho que apoyaría presidenci­ales y legislativ­as, los congresist­as no querrán someterse a la ira del pueblo en estos momentos.

Quizás el comentario que mejor resumió los sentimient­os de la mayoría de brasileños lo hizo tras despertars­e un pasajero del vuelo nocturno de Atlanta a Río de Janeiro. Al aterrizar el avión a las 7 de la mañana, miró su teléfono y anunció: “¡Hay impeachmen­t!”. Luego añadió: “Es un cambio de ladrones por ladrones”.

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GUSTAVO ANDRADE / AFP Partidario­s de Dilma Rousseff muestran su decepción en Belo Horizonte tras el voto del Congreso a favor del proceso de destitució­n
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