Todo el monte es orégano
España vive en una campana de cristal. La irresponsabilidad de la clase política es directamente proporcional a la magnitud de los problemas. Nos podemos permitir el lujo de la irresponsabilidad porque el paraguas de la Unión Europea ha evitado la quiebra del país. Si hubiéramos estado fuera de la zona euro, el largo ciclo de crisis económica se habría traducido ya en varias devaluaciones de la peseta y en una quiebra de tomo y lomo, con el corolario de un deterioro irreparable del Estado de bienestar. Los recortes de las prestaciones sociales hubiesen alcanzado una magnitud mucho mayor. Este paraguas de seguridad europeo se ha convertido, así en el terreno político como el social, en una campana de cristal que nos ha aislado de los debates exteriores y nos ha permitido ensañarnos en las querellas intestinas hispano-españolas.
Los grandes partidos, de la vieja y la nueva política, decadentes y emergentes, han sido incapaces desde el 20-D de fraguar una gran ambición colectiva: una reforma constitucional con dos ejes –la regeneración democrática y la renovación del pacto constitucional– y unos pactos de la Moncloa del siglo XXI en el terreno social –el modelo de Estado de bienestar y la fiscalidad para sustentarlo–. Esta tarea se hubiese podido completar en dos años. Entre tanto, un gobierno de gestión hubiera podido encargarse de consolidar el crecimiento y de aprobar un plan de choque social para que ese crecimiento revirtiera en favor de los más damnificados por la crisis.
Sólo un ejemplo. La democristiana Angela Merkel acaba de aprobar las bases de una ley de Integración para atender al millón largo de refugiados que han llegado a Alemania. Lo ha hecho con el visto bueno del vicecanciller Sigmar Gabriel, el líder del SPD, su socio socialdemócrata de coalición. Se trata de una
El paraguas europeo es una campana de cristal que nos permite ensañarnos en las querellas ‘hispano-españolas’
carta de derechos y deberes de ciudadanía para los recién llegados que es el mejor antídoto para frenar el auge de la xenófoba Alternativa para Alemania (AfD). La respuesta a los populismos que campan por Europa exige valentía y coraje político para mantener vivos los valores de referencia. El ruido político y mediático es precisamente el caldo de cultivo de esos populismos.
La política española, falta de liderazgos, está atenazada entre la pulsión inmovilista que ejemplariza Mariano Rajoy y la tentación populista que encarna Pablo Iglesias. La vía reformista, aritmética y políticamente insuficiente, es la del pacto entre PSOE y Ciudadanos, primer acuerdo de coalición de ámbito general desde la transición. La falta de una respuesta reformista en el conjunto de España ha debilitado las posiciones reformistas en Catalunya, incluido el sector liberal de CDC, y explica el salto exponencial del independentismo, que, visto desde Europa, se sitúa en la órbita de los nacional-populismos.
En este contexto, ante la deserción de la política, el relato mediático alimenta también la respuesta populista. Sólo así puede explicarse que en el plató de una televisión pública se queme un ejemplar de la Constitución. Y así ocurre porque todo el monte es orégano. Es un lujo más que podemos permitirnos bajo la campana de cristal europea. Recemos para que no se rompa.