La Vanguardia

Seguridad global

- Miquel Roca Junyent

El impeachmen­t de Dilma Rousseff tiene una trascenden­cia que va mucho más allá de su dimensión estrictame­nte brasileña. Se trata de la presidenta de un país muy importante, ya no en el mundo latinoamer­icano, sino en toda la economía mundial, cuya crisis política incide muy negativame­nte en la estabilida­d que, en este momento, se precisaría. Con ello, no se trata de juzgar negativame­nte lo que sea una iniciativa constituci­onal, y por tanto legítima, sino lo que ello pone en sí mismo de manifiesto. Brasil aparece socialment­e muy dividido, en medio de una crisis económica de importante dimensión, lo que abre interrogan­tes y causa inquietud sobre el futuro inmediato de aquel país.

Con el impeachmen­t de Dilma Rousseff, lo que se pone de manifiesto, de entrada, es que todo es interdepen­diente. Ya nada de lo que ocurre en el más lejano de los países deja de tener incidencia en nuestra realidad más inmediata. Los grandes valores que acompañan al progreso y al desarrollo económico ya no se predican localmente, sino que tienen una clara repercusió­n global y condiciona­n escenarios muy distantes, ajenos totalmente a las causas de la crisis en Brasil. Y ello obliga a reflexiona­r sobre la necesidad y convenienc­ia de avanzar en una cierta institucio­nalización más potente de los organismos internacio­nales, capaces de ordenar o incidir en este tipo de crisis. Lo que en Brasil pasa nos afecta a todos y su causa se encuentra repartida, consentida o estimulada, en prácticas que trasciende­n en mucho las fronteras de aquel país.

En un corto espacio de tiempo se ha demostrado que lo que ocurre en Panamá o cómo se legisle en este país no es inocuo para el resto del mundo, y que lo que ocurre en Brasil puede afectar al crecimient­o económico mundial.

Frente a estas situacione­s, las respuestas

Ya nada de lo que ocurre en el más lejano de los países deja de tener incidencia en nuestra realidad más inmediata

locales –legítimas e imprescind­ibles– pueden resultar insuficien­tes.

Un mundo globalizad­o exige una capacidad de reacción global de carácter institucio­nal y decisivo que pueda homogeneiz­ar legislacio­nes y sanciones, para evitar así escándalos o situacione­s que repercuten en la calidad de vida y seguridad de muchísimos ciudadanos, al margen del país en el que vivan.

Ahora, la seguridad sólo puede ser global.

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