Música que se puede ver
La Sun Ra Arkestra conmemora en la sala Apolo sus sesenta años de vida musical
La orquesta musical más insólita e imposible de catalogar y definir seguramente es la que un músico llamado Herman Blount –nacido en Birmingham (Alabama) en 1914– fundó hace sesenta años. Blount se llamaba a efectos artísticos Sun Ra y su fascinante banda, Sun Ra Arkestra. Nombres peculiares, galácticos, para un creador excesivo, que falleció en 1993, pero dejó su artilugio musical en extraordinarias buenas manos, primero en las del saxofonista John Gilmore y, a la muerte de este, en las del también saxo Marshall Allen.
En Barcelona se les ha podido ver y disfrutar en algunas ocasiones y distintos marcos (Teatre Lliure, sala Apolo, el Primavera Sound de hace dos temporadas...) y esta noche regresa de nuevo al Apolo en una actuación enmarcada en la gira conmemorativa de esos mencionados sesenta años de existencia del grupo. Allen ejerce de multiinstrumentista y bajo su dirección, la Arkestra ha agrandado su leyenda y su presencia en las cuatro esquinas del circuito internacional musical.
Él, ataviado de forma vistosa –estrafalaria para no pocos– sobre el escenario a sus 91 años como el resto su nutrida tropa musical, sigue ejerciendo de líder y sobre todo, de catalizador de las múltiples energías que se dan cita en cada uno de sus conciertos. Como él mismo afirma: “Mi objetivo siempre es el de transmitir las vibraciones a la gente, hacerla feliz y proyectar la música. Si yo me siento bien con la música, y ahora mismo me siento muy a gusto, estoy seguro de que puedo ofrecer muchas cosas a la gente”.
El plato sonoro que el aficionado se puede encontrar en cualquier concierto –que fácilmente rondan las tres horas– de la heterodoxa orquesta va mucho más allá del jazz de vanguardia, que fue en el terreno en que el grupo de asentó al crearse. “Procuro mantener el espíritu, la energía, del punch de Ra. Él, y no tengo la menor duda, tenía un mayor control sobre los músicos del que tengo yo. Pero viene a ser lo mismo . Uno aprende lo que se supone que ha de aprender y llevarlo a la práctica”. Y sin duda que lo hace, con una energía que sale del interior de su constitución, aparentemente algo frágil. “Intento emplear la música en primer lugar para mí, y después para la gente. Y cuando veo que el público está a gusto, esa sensación se me traslada a mí y me siento a gusto. Muy resumido, así es como funcionan las cosas”.
Ingredientes trascendentales en este fluir sonoro, son los que él sintetiza: “Si uno se quiere dedicar a esto, a este contacto y diálogo con uno mismo, con tus músicos y con la gente, son necesarias la sinceridad y tocar desde el corazón, porque de otra manera no vas a ninguna parte”. Él y su Arkestra sí van, y de qué manera. A sus conciertos se puede ir y permanecer simplemente esperando lo que viene, se ve y se oye, pero también puede ser útil saber que en esas veladas/ ceremonias casi lisérgicas se dan la mano ciencia ficción, el antiguo Egipto y la filosofía cabalística con una poderosa, por momentos caótica, fórmula musical en la que se dan la mano múltiples tonalidades jazzísticas, en donde no son ajenos los samplers o la electrónica.