La Vanguardia

El nuevo Deportivo

El próximo rival del Barça resucitó en el Camp Nou

- PABLO ZABALLA

El penalti de Djukic, la última Liga del siglo XX y el Centenaria­zo marcaron la etapa de Lendoiro al frente del Deportivo (1988-2014). La pompa y los excesos, una deuda de 160 millones o la amenaza de cierre empañaron su gestión. El primer presidente profesiona­l del fútbol español convirtió la sede de la plaza Pontevedra en el patio de su casa. “Llevaba el peso total y estaba al tanto de todo”, recuerda Juan Ángel Barros, delegado del equipo desde 1990. Hace dos años, Tino Fernández liquidó la era Lendoiro y arrancó el mandato con la prioridad de ascender a Primera y tapar el agujero en las cuentas.

“Al segundo partido fuera de casa (en Murcia) llegamos sin un euro y con todo embargado. Era una situación límite. Somos consciente­s de que nos toca lo peor, limpiar una gestión mejorable”, rememora Enrique Calvete, consejero del área económica. El Dépor no tenía ni para café. Bajo la premisa de poner el club por encima de los intereses personales, la nueva directiva cerró el convenio con Hacienda y logró el ascenso. Cumplir los plazos de la deuda –hoy reducida a 96 millones– y mantener la categoría son dos objetivos innegociab­les.

El milagroso empate en el Camp Nou (de 2-0 a 2-2) en la última jornada de la pasada temporada devolvió al Dépor a la vida cuando parecía un moribundo. “El descenso a Segunda hubiera sido una ruina. Para la salud del club aquel partido fue más importante que algún título”, arguye Calvete. “Todavía lo tengo en la mente y no me lo quitaré aunque me operen de la cabeza”, añade Barros. A nivel social, el deportivis­mo vivió su peor momento con el asesinato de Jimmy en la reyerta del Manzanares, en noviembre del 2015. Todos los focos se dirigieron hacia A Coruña de manera injusta. “Fue el día más triste de la historia para el Dépor y se filtró una gran cantidad de desinforma­ción mediática e institucio­nal. Nosotros adoptamos alguna actitud que no deberíamos haber adoptado, pero ya no hay resquemore­s con la afición y tenemos que agradecer la altura de miras de los Riazor Blues”, explica Calvete. Barros se emociona en el minuto 30 de cada partido cuando el sector más radical de la grada entona el “Jimmy, vive”.

El viejo y nuevo Dépor mezcla pasión, economía de guerra y trato familiar en los despachos y el césped. La profunda reestructu­ración y el tratamient­o empresaria­l empiezan a dar sus frutos: la tienda oficial ha duplicado ventas y las institucio­nes o bancos le han tendido la mano. Lo dice Barros: “Hay que quitarse el sombrero porque el Dépor ha llevado el nombre de A Coruña y Galicia por todo el mundo”.

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