Sorpresa en Doha
El domingo concluía sin acuerdo la reunión celebrada en Doha entre algunos de los mayores productores mundiales de petróleo. Los objetivos inicialmente previstos por los organizadores quedaban explicitados en una carta que el Ministro de Energía de Qatar (actual presidente de la OPEP) envió a su homólogo noruego para invitarle (sin éxito) a sumarse al encuentro. En dicha misiva, se explicaba que el anuncio del compromiso surgido de una reunión previa, celebrada también en Doha el 16 de febrero entre representantes de Arabia Saudí, Qatar, Rusia y Venezuela, y que preveía limitar la producción a los niveles alcanzados en enero del 2016, había cambiado ya el sentimiento del mercado, de manera que si otros productores se sumaban a la iniciativa, podría reducirse el exceso de oferta existente en la actualidad y sobre esta base avanzar en la recuperación del precio del crudo. Recuerden que este, tras situarse en enero en los niveles más bajos de los últimos doce años, se ha recuperado en más de un 40% en los dos últimos meses, básicamente impulsado por las expectativas creadas a cuenta de la mencionada congelación de la producción.
Oficialmente, el fracaso de la conferencia ha sido atribuido a la negativa de Arabia Saudí a suscribir cualquier compromiso sin la participación en él de Irán, su rival regional, que ni siquiera se ha molestado en enviar un representante a la reunión y que ha manifestado reiteradamente su intención de seguir
Arabia Saudí intenta congeniar la cohesión interna y la esperanza de un aumento de los precios del crudo
aumentando la extracción de crudo, como mínimo hasta alcanzar los volúmenes previos a la imposición de las sanciones comerciales.
Sin embargo, más allá de esta razón, da la impresión de que nos encontramos ante una escenificación cuidadosamente diseñada por Arabia Saudí para impulsar ligeramente al alza el coste del barril, pero sin que este alcance valores lo suficientemente altos como para reactivar la ya menguante producción de petróleo de fracking en EE.UU., cuyo umbral de rentabilidad podría situarse entre los 50-60 dólares por barril. En ningún caso, el reino se ha planteado la posibilidad de un recorte drástico de la producción por parte de los miembros de la OPEP y de sus aliados coyunturales (Rusia) para así intentar reducir el exceso de oferta que el mercado lleva experimentado durante más de nueve trimestres consecutivos.
Posiblemente, el plan de los saudíes consta de dos partes bien diferenciadas y difíciles de conciliar. La prioritaria sería la de no ceder ni un ápice en los planteamientos iniciales de expulsar del mercado a los productores económicamente menos eficientes de fuera de la OPEP, lo que restablecería el equilibrio entre oferta y demanda, al mismo tiempo que permitiría al reino aumentar su cuota de exportaciones. La otra, buscaría atemperar los ánimos de sus socios de la OPEP, la mayoría de ellos acuciados por los gravísimos problemas financieros provocados por la aplicación a rajatabla, caiga quien caiga, de la política anteriormente comentada. Reunión tras reunión, se trataría de mantener viva la ilusión de una relativa cohesión interna en pos de lograr un aumento de los precios del crudo.