El arte al servicio de un relato
A Cornelia Parker no le hace falta decir cuál es su procedencia. Su acento delata su condición de británica. Esos orígenes, bromea en la presentación de su montaje en la terraza del Met, también han influido en esta creación. “Soy hija de granjeros y estoy casada con un texano”, señala al comentar por qué se decidió por escenificar una antigua vivienda agrícola en un marco tan urbano. Sabe lo que es ordeñar las vacas. “Ha realizado una deliciosa y subversiva mezcla con un material vernáculo del mundo rural”, señala Sheena Wagstaff, presidenta de la sección de Arte Moderno en la institución museística de Nueva York. “Va de la inocencia doméstica al horror”, insiste, al combinar la tradición de la arquitectura de las haciendas, la pintura de Hopper y el cine de Hitchcock. “Esta instalación muestra la capacidad de Cornelia Parker para transformar clichés y engatusar tanto al ojo como a la mente”. Esta artista cuenta con una larga carrera que la avala, con exposiciones en importantes museos. Al igual que este contraste de escenarios, su trayectoria está marcada por referencias culturales en que objetos o edificios pasan por dramáticas transformaciones o por cambios violentos. En uno de sus montajes – Cold dark matter, 1991– pidió a la Armada británica que hiciera saltar por los aires un viejo cobertizo. Luego recogió piezas de los escombros y los colgó para recapturar la esencia de las formas originales. “Cada año intentamos hacer algo diferente”, señala Beatrice Galilee, la curadora esta temporada del montaje en la terraza del Met. “Cada artista tiene una respuesta a nuestra petición. Parker combina la narrativa y la capacidad de contar una historia”.