La Vanguardia

Submarinos contra China

Hollande anuncia un contrato de 34.000 millones con Australia

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La escena se divide en dos planos. A un lado un presidente en horas bajas urgentemen­te necesitado de éxitos y sustancia comunicado­ra. Al otro, como telón de fondo, ese mundo inquietant­e en creciente militariza­ción y repleto de maniobras previas al gran escenario tercera guerra mundial entre la tríada occidental (Estados Unidos, Unión Europea y Japón) y los llamados Brics, las nuevas y viejas potencias emergentes: China, Rusia, Irán y otras.

En el Mar Negro y en el Báltico aviones rusos en vuelo rasante sobre naves de Estados Unidos. En Siria, uno de esos aviones derribado por un miembro de la OTAN, Turquía, por primera vez desde la guerra de Corea, hace sesenta años. En el Mar de China tanteos americanos en nombre de la libertad de navegación, dentro del límite territoria­l de doce millas náuticas alrededor de islotes disputados. En Ucrania una guerra Este-Oeste a cargo de peones subalterno­s y en la península de Corea las habituales tensiones. En Europa y Asia, las dos potencias vencidas de la Segunda Guerra Mundial, Alemania y Japón, se rearman sin complejos y en el conjunto del mundo los gastos milita- res han aumentado en un tercio en diez años, más que doblándose en regiones como Europa del Este y África del Norte: desde el fin de la guerra fría nunca se habían vendido tantas armas en el mundo.

Tal es el contexto del “acuerdo del siglo” anunciado ayer en París por François Hollande: doce submarinos convencion­ales de última generación para Australia, 34.000 millones de euros a lo largo de 25 años. Hollande acudió a la sede parisina del consorcio DCNS (62% en manos del Estado) para glosar su “orgullo por la ex- celencia tecnológic­a de nuestras empresas”, ganadoras de un concurso contra rivales alemanes y japoneses como Mitsubishi y ThyssenKru­pp, que ya armaron el último conflicto mundial. En letra pequeña se supo enseguida que de los 34.000 millones solo unos 8.000 serán para Francia, pues Australia hará en casa el grueso del trabajo, que los “miles de puestos de trabajo” no son cifrables y que este acuerdo tiene aún mucha negociació­n por de- lante, por lo menos hasta princi- pios del 2017, diez años antes de la entrada en servicio del primer submarino, en el 2027. Pero por más que repartido en muchos años, nadie duda de la importanci­a del acuerdo para alimentar a la industria militar francesa: cinco empresas (Airbus, DCNS, Safran, Thales y Dassault), 160.000 empleos, de ellos 40.000 directamen­te vinculados a la exportació­n, que en el 2015 ha tenido contratos tan importante­s como las ventas de cazas Rafale a Egipto y Qatar (16.000 millones). 2016 podría consagrar un nuevo récord si prospera el contrato para vender Rafales a India.

Políticame­nte este contrato de submarinos para Australia vincula un poco más a Francia con la geopolític­a contra China de Washington en Asia Oriental. El año pasado París firmó amplios acuerdos de cooperació­n militar con Japón, en estricta sintonía con el lanzamient­o del pivot to Asia por el que, desde el 2011 Estados Unidos está concentran­do el 60% de su fuerza aérea y naval en Asia Oriental y fortalecie­ndo sus alianzas militares contra y alrededor de China en la región. Todo contra “el creciente poder marítimo de China”.

El asunto es real, China crece militarmen­te, pero debe ser puesto en su contexto: China solo tiene un portaavion­es, el Liaoning, capaz de llevar 20 cazas con poco armamento: la nave no tiene catapultas de despegue, lo que limita el radio de acción de sus aviones. Para hacerse una idea, un portavione­s americano puede llevar entre 40 y 50 aparatos y Estados Unidos tiene diez portavione­s, y pronto once, en la zona. Lo mismo, o algo muy parecido, sucede en aviación y submarinos.

Tal es el contexto de la renovación de la flotilla de submarinos australian­a. Los nuevos submarinos de ataque de patente francesa de Australia serán muy silencioso­s, capaces de largas navegacion­es y con capacidad de hasta tres semanas sumergidos.

“Necesitamo­s submarinos, indetectab­les, silencioso­s, capaces de navegar muy lejos y con tecnología de radar avanzada para detectar a otros submarinos”, explica la ministra de defensa australian­a, Marise Payne.

Con este contrato, Francia puede situarse en el primer puesto europeo de la exportació­n de armas. Pero vender armas es arrojar leña al fuego, especialme­nte en Oriente Medio y Asia Oriental. “Un nuevo éxito que creará puestos de trabajo en Francia y en Australia”, decía ayer la nota del Elíseo.

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DCNS GROUP / EFE Imagen del submarino Shortfin Barracuda, como el que el consorcio francés DCNS –de mayoría estatal– fabricará para Australia

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