Dos detenidos en Austria reconocen pertenecer a los comandos de París
Entraron en Grecia con los iraquíes que se estallaron al lado del Stade de France
Pakistán, Argelia, Siria, Turquía, Atenas, Verviers, París, Bruselas, Salzburgo. Los lugares de origen de los terroristas de los atentados cometidos en Francia y Bélgica desde enero del 2015, su recorrido por el mundo yihadista y su destino final se entrecruzan sin parar. La última pieza encontrada de este rompecabezas aún por completar ha llegado de una oficina de la policía regional de Salzburgo (Austria), donde dos detenidos confesaron después de 150 horas de interrogatorio que iban a participar en los últimos atentados de París “por el sendero de Dios”. Eso si no los hubieran detenido en su camino desde Siria. Sus dos compañeros de viaje eran los iraquíes aún por identificar que se hicieron estallar junto al Stade de France en noviembre pasado, según informó el diario The Washington Post.
Abu Ahmad –personaje aún por identificar y localizar– juntó en septiembre en la capital del Estado Islámico, Raqa, a los cuatro miembros del comando a los que envió a cumplir una misión en Europa. “Me dijeron –explicó uno de los detenidos en Austria– que tenía que ir a Francia para cumplir una misión y que recibiría las instrucciones allí”. No conocían al resto del comando. Su entrenamiento consistió en aprender a manejar armas automáticas, aunque ambos procedían de la órbita extremista: uno había pertenecido al grupo pakistaní Lashkar-e-Taiba y el otro era buscado por Argelia.
Utilizaron la hasta ahora habitual vía de Turquía a Grecia. Allí, en la isla de Leros, fueron detenidos por primera vez el pakistaní Muhammad Usman y el argelino Adel Hadadi, que se habían unido al EI en el 2014, al descubrir las autoridades que las identidades eran falsas, a pesar de que los pasaportes eran auténticos; 3.800 habían sido robados a la Administración siria.
Pero por la boca muere el pez. Por más que el urdu, lengua materna de Usman, tenga un elevado porcentaje de vocabulario directamente árabe, éste no hablaba realmente árabe. Sospechoso, siendo sirio. Era como cuando en Estados Unidos hacían pronunciar Camaguey a los latinoamericanos que querían hacerse pasar por cubanos para conseguir asilo político. Sólo los auténticos sabían que faltaba la diéresis, que era Camagüey y lo pronunciaban bien.
Y Hadadi no sabía prácticamente nada –según el diario estadounidense– de su ciudad natal, Alepo. Unas semanas después acabaron siendo liberados, al tomarlos por emigrantes económicos. Hasta que volvieron a caer en manos policiales, esta vez en Austria, el 9 de diciembre pasado.
Usman y Hadadi se habían inscrito como refugiados con nombres falsos y su verdadera nacionalidad en el albergue de Asfinag, en Salzburgo, donde tenían órdenes de permanecer.
El cruce de datos intercambiados por los servicios policiales europeos después de los atentados de París condujeron a los teléfonos de Usman y Hadadi, que los habían recibido con una serie de números inscritos. Al examinarlos quedó clara su implicación en la ola de atentados que tuvieron su precedente en los desbaratados en Verviers, Bélgica, en enero del 2015. Al parecer, entre sus objetivos se encontraban un aeropuerto. Abdelhamid Abaaoud, muerto en el asalto al piso de San Denís (junto a la capital francesa) el 18 de noviembre por su implicación en los atentados de París, también había planificado los de Verviers, de donde escapó durante el asalto policial.
Abu Ahmad, sin embargo, sigue siendo un enigma para los investigadores. El kamikaze de la puerta H del Stade de France tenía un número turco en su móvil. Tras meses de investigación descubrieron el mismo número en el teléfono de Adel Hadadi. Es el de Abu Ahmad, encontrado en una de sus guaridas, en Atenas.
Este personaje, según Le Parisien, recluta yihadistas, les proporciona los medios para desplazarse y se mantiene en contacto con ellos mediante el sistema de mensajería encriptado Telegram. Abu Ahamd no sólo tiene relación con los atentados de París; también se le supone ser la cabeza pensante de los de Verviers.
Alguien mueve los hilos en Siria o Atenas y las armas y las bombas se detonan en París o Bruselas.
Llevaban pasaportes auténticos sirios, pero el pakistaní no hablaba árabe y el argelino no sabía nada de Alepo