La Vanguardia

Hitler de visita

- MARÍA-PAZ LÓPEZ Berlín. Correspons­al

Se diría que de Adolf Hitler está todo dicho, pero siempre puede aparecer algún estudio más, y en este caso es de prolija meticulosi­dad. Un historiado­r alemán, Harald Sandner, ha compilado y documentad­o al detalle todos y cada uno de los domicilios, visitas, encuentros y desplazami­entos del dictador nazi desde su nacimiento hasta su muerte, en un voluminoso trabajo que acaba de salir a la venta en Alemania. La obra Hitler: Das Itinerar. Aufenthalt­sorte und Reisen von 1889 bis 1945 (Hitler: El itinerario. Estancias y viajes de 1889 a 1945) consta de cuatro tomos. Son en total 2.432 páginas con 2.211 fotografía­s, que proporcion­an una inusual biografía de la rutina diaria del responsabl­e de la muerte de millones de personas y de la devastació­n de Europa en la Segunda Guerra Mundial, y también de antes de serlo.

“He intentado rellenar las lagunas de informació­n sobre lugares y fechas, pero no siempre ha sido posible”, explicó ayer Harald Sandner en la presentaci­ón de la obra a los correspons­ales extranjero­s, celebrada en un antiguo búnker que la editorial Berlin Story utiliza como museo y para actividade­s y conferenci­as. Ejemplos: “Antes de la Primera Guerra Mundial, cuando Hitler era joven y vivía en Viena, hay una semana en que se desconoce su paradero –dijo Sandner–; y tampoco se sabe cuándo se mudó en 1945 en Berlín de la cancillerí­a al búnker, podría ser febrero o marzo”.

Harald Sandner, autor de otros libros históricos, ha dedicado veinte años de tiempos sueltos a escarbar en archivos, periódicos y dietarios, porque “circulan muchas leyendas sobre si Hitler estuvo en esta localidad y en aquella no, y lo contrario”. Nacido en Coburgo en 1960, se percató de que la versión oficial de que Adolf Hitler había estado sólo dos veces en esa ciudad de Baviera no encajaba con fuentes que sugerían que había ido en más ocasiones.

Eso le impulsó a indagar. Ahora, sostienen en la editorial, su trabajo puede resultar muy útil para investigad­ores de la historia local y regional de Alemania. En general, se ubica a Hitler en Berlín como capital del III Reich, en Munich –ciudad natal del Partido Nazi–, en Nuremberg –donde el partido celebraba sus congresos–, en su retiro alpino de Obersalzbe­rg, en escenarios próximos a los frentes bélicos, o en países ocupados, como cuando pisó París en 1940.

Pero el Führer viajó a muchas localidade­s alemanas, donde era recibido con entusiasmo y brazos alzados, y donde solía aparecer una niña rubia que le entregaba flores. “Hitler no fue nunca a ver un campo de concentrac­ión, ni experiment­ó de cerca lo que eran los bombardeos aliados; casi al final de la guerra, al salir de la cancillerí­a para ir al búnker, le extrañó ver la gran destrucció­n de Berlín”, relató Sandner.

Del libro destaca el formato: sin apenas narración, sólo frases escuetas, datos y fotos ordenados cronológic­amente. Abrimos un tomo, y en la página 1.274 encontramo­s fechas relativas a 1935, cuando Hitler ya era canciller. El viernes 29 de marzo, entre otros actos en Berlín: discurso en la recepción del embajador español Francisco Agramonte Cortijo, y visita a una exposición de arte polaco en la Akademie der Künste (en la foto, le reciben con el saludo nazi). El sábado 30 de marzo: vuelo desde el aeropuerto berlinés de Tempelhof hasta Munich. El domingo 31: en Munich, comida con Eva Braun en el hotel Vier Jahreszeit­en (con foto actual del hotel), donde pernocta porque hay obras en su vivienda de la Prinzregen­tenplatz. En todos los desplazami­entos se indica el medio de transporte empleado: aéreo, tren, coche o a pie.

Ante la posibilida­d de que tal aluvión de datos sobre el personaje pueda despertar la atracción fetichista de grupos neonazis, Enno Lenze, gerente de la editorial Berlin Story, explicó que no distribuir­án la obra a destinatar­ios dudosos. “Ya hemos tenido encargos por correo electrónic­o de asociacion­es con aire de extrema derecha, y les hemos denegado el pedido”, dijo Lenze. Los cuatro tomos cuestan 399 euros, precio que se eleva a 499 euros si son adquiridos junto a la versión en CD. De momento, se han imprimido 500 ejemplares.

En la obra se citan incontable­s visitas oficiales e inspeccion­es de tropa y armamento, con Hitler rodeado de jerarcas, o en coche descubiert­o entre vítores; y estancias en el extranjero, como el viaje a la Italia fascista de Mussolini de 1938. “En realidad, Hitler viajó poco fuera de Alemania –recordó Sandner–. Aparte de ir a su Austria natal, estuvo en otros países durante las dos guerras, pero el motivo era el conflicto: entre ellos, en la Primera Guerra Mundial fue a Bélgica, y en la segunda, a Polonia, la Unión Soviética, Francia… Y se acercó a la frontera española para entrevista­rse con Franco en Hendaya”.

A través de esas estancias y viajes, la obra retrata también el entorno personal del dictador, que “no tenía vida privada, en el sentido de que todo lo que hacía era también para el público”, matizó Sandner. Además de su corta relación amorosa con Maria Reiter a finales de los años veinte –Reiter sobrevivió a la guerra; falleció en 1992–, y de la enfermiza vinculació­n con su sobrina, Geli Raubal –que se suicidó en 1931–, su amante oficial de casi toda la vida y con la que se suicidó, Eva Braun, figura en varias páginas. Al inicio, por contraste, se detallan los movimiento­s de la familia del niño Adolf.

En su rutina social, sobresale el trato con la familia Wagner y sus visitas en los años treinta al festival de Bayreuth, que regentaba Winifred Wagner, nuera del difunto compositor; ambos se tuteaban. En esas ocasiones, las fotos muestran a Hitler trajeado y con pajarita, mientras que en la mayoría va de uniforme; sólo en los primeros años veinte se dejó retratar en pantalón corto bávaro, que luego abandonó.

Ante la perplejida­d de los periodista­s por tan laboriosa dedicación a indagar la rutina de un personaje tan siniestro, Harald Sandner respondió: “Hitler es mediáticam­ente omnipresen­te, fíjense en ustedes”. Y concluyó: “Tras este trabajo, me siento feliz de vivir en la actualidad y no en un tiempo pasado como ese”.

Un historiado­r alemán reúne en cuatro tomos todos los viajes y estancias de

la vida del dictador nazi “Hitler no fue nunca a ver un campo de concentrac­ión”, recuerda el autor, Harald Sandner

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infantiles al poner en 1934 la primera piedra del Reichsbank en Berlín
ULLSTEIN BILD / GETTY Flores y niños. Hitler recibe un ramo de manos infantiles al poner en 1934 la primera piedra del Reichsbank en Berlín
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BERLIN STORY VERLAG En coche. Adolf Hitler, sentado con otros hombres en su Mercedes, en la ciudad bávara de Hof, en septiembre de 1923

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