Punk y ‘straight edge’
Zerocalcare presenta en el salón su exitoso ‘La profecía del armadillo’
El éxito de ventas ha sorprendido a su propio autor. Tanto que, confiesa algo azorado, “pensé que quizá estaba haciendo algo mal”. El fenómeno de ventas es La profecía del armadillo (Reservoir Books) y su sorprendido autor es el joven italiano Zerocalcare –se puso ese nombre por un anuncio de un producto sin cal–, quien estos días participa en el Salón del Cómic y que pensó que quizá estaba haciendo algo mal porque él procede, dice, de “la marginalidad de la marginalidad de la marginalidad”. Esto es, durante años él se dedicó a dibujar cómics para la escena punk y centros sociales autogestionados, contraculturales, ocupados, y de hecho su primer cómic fue sobre una crónica sobre los sucesos durante la cumbre del G-8 en Génova que acabó con un activista muerto.
Pero una muerte, la de su amiga y primer amor, Camille, le impulsó a dibujar su historia, una historia más personal e introspectiva: La profecía del armadillo. “En la escena punk cuando muere alguien sabemos cómo recordarlo. Tenemos conciertos cada año, escritos en el muro, pero ella no era punk y me daba miedo que dentro de 30 años no la recordara más, como si fuera un meteoro en mi vida. Lo único que sabía hacer para fijar su memoria era un cómic”.
Y lo hizo, con un protagonista como él. De hecho, todas sus creaciones son autobiográfica. Y ha dibujado un protagonista paranoico, con muchas ilusiones en su cabeza que pocas veces se realizan. Alguien que “usa mucho la ironía como medio para no resultar patético, porque tiene mucho orgullo y cuando está triste tiene miedo de que se rían de él por emo y busca hacer reír para evitarlo”.
Con un título como La profecía del armadillo alude en el cómic, dice, a todas aquellas cosas en las que creemos con ingenuidad, todas las expectativas que nos creamos y que la prueba de la realidad no respeta. Y el armadillo, que habla continuamente con él en la obra, es, dice, su conciencia. Al inicio no había pensado personificarla, pero vi que poner mis pensamientos y paranoias en bloques de texto era muy aburrido para un cómic y decidí crear un personaje para dialogar. Y el armadillo era el animal sociopático por excelencia, que se encierra en sí mismo, y era el aspecto más cerrado de mi conciencia”.
Zerocalcare, que se llama Michele Rech y nació en 1983, dice que el éxito de la obra se debe a que “ha interceptado un sentir generacional, un sentimiento de inadecuación y de expectativas traicionadas”. Las de una generación, dice, “que cuando éramos niños teníamos modelos respecto a los treintañeros, la gente de cuarenta, como figuras estables laboral y socialmente. Cuando nosotros llegamos al mercado de trabajo todas esas figuras eran ya un imposible. Y no sólo en lo laboral, también en los afectos, en la posibilidad de formar una familia. Antes había unas etapas. Ahora ya no existen. Desde que acabé los estudios no he tenido un trabajo de más de un año, desde call centers hasta cronometrar filas de embarque en aeropuertos. Me he encontrado siempre recomenzando de nuevo, no daba ningún paso adelante. Y esa sensación de incertidumbre te recorre la vida”.
Seas alternativo o no. Él cuenta que se introdujo en el mundo de los centros sociales romanos muy joven porque era una casa para todos los que no querían ir a la disco, una especie de refugio. “A mí me salvaron la vida estos espacios”, dice. Pronto decidió ser punk. “El punk es una actitud, la idea de hazlo tú mismo, en primera persona, sin delegar, una idea de autogestión”, señala. Pero dentro del punk, que podría asociarse a descontrol, él se hizo straight edge. “Quiere decir que nunca perdemos el autocontrol, que siempre estamos conscientes de nuestras acciones porque no tomamos sustancias que crean dependencia o alteran la conciencia”. Eso sí, reconoce que si los centros sociales son marginales, dentro, la escena punk es marginal, y el straight edge en el punk también. “Estoy en la marginalidad de la marginalidad de la marginalidad –ríe–, y es extraño vender tantas copias. Vi que gente con ideas opuestas a las mías me leía y se divertía, y no lo entendía. Ahora pienso que son ellos los que tienen una contradicción”.
ACTIVISTA Durante años dibujó para la escena punk y centros sociales autogestionados
EL IMPULSO
La muerte de su amiga y primer amor, Camille, le impulsó a explicar su historia
guno de sus compañeros del TBO y que quiso dedicar “este premio inesperado” a todo el entorno que había hecho posible durante tantos años que pudiera dedicarse a dibujar, y muy especialmente a su mujer, hubo premios para las mejores obras del año. La mejor creación de autor español publicada en España el año pasado fue para El fantasma de Gaudí , un thriller policiaco con fantasma de Gaudí incluido creado por El Torres y Jesús Alonso Iglesias y publicado por Dibbuks. La misma editorial ha sido la que ha publicado
la considerada mejor obra de un autor extranjero publicada en España en el 2015, Una aventura de Spirou. El botones de verde caqui, de Yann i Olivier Schwartz, ambientado en 1942 en Bruselas durante la ocupación nazi, en la cual Spirou es un botones del Hotel Moustic, pero también un muy activo miembro de la resistencia belga. El premio al autor revelación, concedido por la fundación Divina Pastora, ha sido para el dibujante e ilustrador Javi de Castro (León, 1990), mientras que el mejor fanzine español ha sido Nimio. El premio del público ha ido para Ekhö. Mundo Espejo 3. Hollywood Boulevard (Norma).
Un final de premio para un día que había comenzado con una rueda de prensa de Frank Miller en la que recordó su curiosa carrera laboral: pasó de ser portero a conductor de autobús y de ahí a dibujante de cómics. Ahí se colocó en el Olimpo de los creadores de cómic dando nueva vida a personajes como Daredévil y por supuesto Batman, al que definió como nadie como El Caballero Oscuro –y luego Christopher Nolan lo explotó a fondo–, creando universos como el de Sin City y recreando batallas históricas a su manera en 300. Un Miller que ayer dijo que su referente en el mundo del cómic era el historietista Will Eisner, al que considera “el más grande”.