La Vanguardia

Cuidado con las bicis

- Guillem López Casasnovas Economista de la UPF

El desafortun­ado atropello de una persona por una bici la pasada semana, que se añade a otro incidente que causó la muerte a la que fue presidenta de Òmnium el pasado febrero, ha vuelto a colocar el tráfico de dos ruedas en los debates de los medios de comunicaci­ón. No me arrepiento de haber ido contra corriente en su día (¡ya hace diez años!) contra la moda del bicing municipal.

No me pareció ni me parece adecuado que el sector público, con necesidade­s sociales más urgentes, entre en esta nueva actividad subsidiand­o a sus usuarios. No sé ver las externalid­ades positivas que representa el bicing para la salud (la contaminac­ión en la capital catalana ha bajado poco), ni tampoco se ha demostrado que sustituya al vehículo privado: más bien ha vaciado metros o buses de un segmento de la población joven. Causa problemas de convivenci­a con quien más protegido debería estar –el peatón– o para el propio ciclista si su tráfico se compatibil­iza con el de los coches sobre el asfalto y no en las aceras. Pero, sobre todo, no sé ver las ventajas porque cuesta al contribuye­nte un buen montón de dinero.

Ahora se añade una nueva distorsión entre bicing público y privado de incierta solución. Resulta que quien utiliza la bicicleta pública cuenta, parece ser, con una cobertura de responsabi­lidad que pagamos entre todos, que se añade al subsidio de la diferencia entre lo que paga y lo que cuesta. Si se consideran los costes de recaudació­n de abonos, adecuación de calles al paso de las bicicletas, multas impagadas añadidas, reposicion­es, robos, movimiento­s de stocks y la ocupación de la vía pública no tasada... el precio sufraga en torno a una quinta parte del coste real: 5 millones de euros en el 2014 sobre un coste estimado de 25 millones.

Y quien en cambio nos hace el favor de

No sé ver por ningún sitio las ventajas económicas y sociales que comporta subvencion­ar el bicing

utilizar su propia bici y así nos ahorra a todos el subsidio no está asegurado contra terceros. Quien utiliza la propia bici no sólo se arriesga a que le puedan robar, sino también a una indemnizac­ión gravosa por accidente. Hecho que ha salido a la luz pública al saberse que el último atropello se ha producido desde una bici propia. No me extrañaría que fuera el Ayuntamien­to el que acabara por cubrir el accidente por responsabi­lidad subsidiari­a y simetría respecto de los que utilizan las bicis de todos. Un nuevo disparate a costa del contribuye­nte, sólo superable por una nueva presión (en términos de costes y de peligros), que tenemos ya a las puertas, la introducci­ón de las bicis eléctricas.

El sentido común y la teoría económica requieren identifica­r un fallo de mercado para justificar una intervenci­ón pública supletoria. Ni el coste de las bicis o la falta de competenci­a –más bien lo contrario para el negocio de los arrendatar­ios de bicis en la ciudad–, ni la informació­n asimétrica de los usuarios sobre los beneficios de su uso, ni tampoco las externalid­ades frente a terceros me parecen todavía hoy argumentos que puedan justificar el invento.

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