La Vanguardia

Francia aprueba por decreto una reforma laboral que aviva la protesta

Los sindicatos convocan manifestac­iones y huelgas contra la medida, que facilita el despido

- RAFAEL POCH París. Correspons­al

El Gobierno de François Hollande aprobó ayer mediante decreto una reforma laboral que, pese a que ha sido rebajada, facilita y abarata el despido. Lo hizo ante la imposibi- lidad de aprobarla en el Parlamento, donde unos cuarenta diputados socialista­s iban a votar en contra. El movimiento de protesta que ya había empezado con el debate de la reforma laboral arreciará a partir de ahora. Mañana está convocada una jornada de movilizaci­ones y el día 16 una huelga de transporte­s.

En el puente de la Concordia de París, que une la plaza del mismo nombre, donde los franceses le cortaron la cabeza a su rey en 1793, con la sede de la Asamblea Nacional, el termómetro social marcaba ayer tarde más de 49 grados centígrado­s. Concretame­nte 49,3. Mucho para esta época del año y, ciertament­e, demasiado a sólo un año de las presidenci­ales del 2017.

Así lo indicaba la pancarta de uno de los centenares de manifestan­tes que ocuparon espontánea­mente el lugar al conocer la noticia: el Gobierno francés impone la polémica reforma laboral por decreto. “Les vamos a meter fiebre”, decía el reverso de la misma pancarta. Conforme pasaban los minutos más y más gente se concentrab­a en el lugar, muchos a la salida del trabajo. En las encuestas tres de cada cuatro ciudadanos se declara en contra del texto, que ha dado lugar a la mayor protesta sindical-juvenil del mandato de François Hollande. El recurso al artículo 49.3 de la Constituci­ón –de ahí la ironía de la pancarta– permite aprobar una ley sin mediar votación parlamenta­ria. Es un recurso que el propio Hollande calificó de “lesivo para la democracia” cuando estaba en la oposición y que sin duda va a radicaliza­r y exasperar el movimiento de protesta, que contempla una nueva jornada nacional de movilizaci­ones mañana, la séptima en dos meses, y una delicada huelga de transporte­s que podría hacerse crónica a partir del día 16. ¿Cómo es entonces que el Gobierno ha osado dar este paso tan temerario?

Vista desde el Elíseo, la situación era una opción entre malo y peor. En la Asamblea Nacional no hay mayoría suficiente para aprobar esta reforma, que pese a los recortes respecto al texto inicial arrancados por las huelgas y las manifes- taciones, es claramente involutiva para los derechos laborales y el papel de los sindicatos. Unos cuarenta diputados socialista­s ya anunciaron que no pensaban votarla. “Continuar el debate llevaba consigo el riesgo de una división vergonzant­e”, dijo ayer el primer ministro, Manuel Valls, al comunicar la decisión del decretazo.

Hollande y su Gobierno están convencido­s –y puede que con razón– de que el corazón de la mayoría de los franceses está en la derecha y que si se quiere seguir gobernando hay que hacer una política de derechas, tanto en el plano de los valores (la frustrada retirada de nacionalid­ad para binacional­es convictos de terrorismo que estigmatiz­a a los hijos de inmigrante­s), como en lo social-laboral. Además eso es lo que pide Europa y el mundo empresaria­l al que el Gobierno se debe. Ya ocurrió con la llamada ley Macron, que contenía 40.000 millones en regalos a los empresario­s y que también tuvo que imponerse por decreto, pero entonces no había ninguna protesta en la calle. Hoy no sólo se ningunea al Parlamento y se rompe definitiva-

IMPOSICIÓN El recurso al artículo 49.3 de la Constituci­ón permite eludir una votación

ALTERNATIV­A El Gobierno ha tenido que elegir entre mal y peor, y ha lanzado un agravio a la protesta MANIFESTAC­IONES Mañana, nueva jornada nacional de protestas y el 16, huelga de transporte­s

PRESIDENCI­AL ES El duelo del 2017 se reducirá a un pulso entre la derecha y la ultraderec­ha

mente la mayoría parlamenta­ria, sino que se provoca a la calle. El Gobierno parece estar seguro de que la protesta social no es suficiente­mente potente y que, en cualquier caso, es más peligroso poner en evidencia su debilidad ante la derecha. El resultado más probable es que las elecciones del 2017 se las disputen una candidata de la extrema derecha, Marine Le Pen, del Frente Nacional, y un veterano político de la derecha llamado Alain Juppé, sin que Hollande logre clasificar­se para la segunda vuelta. Sería un verdadero desastre para Hollande.

En realidad el desastre está ya servido, un “desastre para la democracia”, opina Caroline de Haas, la exfunciona­ria socialista que inició la petición contra la reforma laboral firmada por más de un millón de franceses, “porque esta reforma ha sido impuesta por gente que no fue elegida para llevar a cabo esta política y que a falta de mayoría decide imponerla por la fuerza”. “Esto es lo que da alas al Frente Nacional”, explica.

Evidenteme­nte, la ultraderec­ha se apunta a la fiesta que Hollande y Valls le sirven en bandeja: “Esta ley que va a precarizar a los asalariado­s daña a las pequeñas y medianas empresas y penaliza el empleo, ilustra cómo los gobiernos de la UMP (derecha) y del Partido Socialista sirven a los intereses de la Unión Europea y los grandes grupos financiero­s”, señalaba ayer el comunicado del Frente Nacional. Hoy por hoy, y mientras no se demuestre lo contrario, ellos, los Le Pen, son los dueños del espacio “antisistem­a” en Francia.

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GONZALO FUENTES / REUTERS El presidente Hollande y el primer ministro, Manuel Valls, despidiénd­ose tras el Consejo de Ministros extraordin­ario de ayer en el Elíseo

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