La Vanguardia

Cannes, empieza la fiesta.

‘Café society’: aplausos rápidos y tímidos a una comedia melancólic­a

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Woody Allen abrió ayer el festival de cine francés con Café society, una película nostálgica y romántica que coprotagon­izan Jess Eisenberg , Kristen Stewart y Blake Lively.

En Cannes, nadie quiere olvidar nada. Pero olvidamos.

La organizaci­ón del festival no olvida que hay una amenaza terrorista, que se cierne sobre Francia y extrema las medidas de seguridad. Resultado: colas y tumultos frente al Palais des Festivals. 400 policías privados nos vigilan, dicen. Quisiéramo­s olvidar, pero tanto ajetreo no lo permite.

Toda la atención en Cannes ayer para Café society, que representa la decimocuar­ta participac­ión de Woody Allen en el festival. El filme pórtico, que ayer abría el certamen con todos los honores. Los aplausos al final de la primera proyección, tímidos y rápidos, nos dicen que quizá olvidaremo­s este filme. Pero no. Allen es siempre inolvidabl­e. Es la tercera vez que una película suya inaugura el evento. Lo que Café society no permite olvidar a nadie son los buenos momentos que nos ha hecho pasar Woody Allen con sus cerca de cincuenta películas hasta el momento.

Y Allen nos recuerda, a su vez, en un encuentro multitudin­ario, lo ingenioso y agudo que puede ser el director de Annie Hall sin levantar la voz apenas. Incluso sin oír demasiado.“Disculpe; no entendí su pregunta. Es que llevo un audífono disimulado en la oreja que interfiere con la traducción simultanea”, bromea.

Tampoco, por su parte, Ronan Farrow olvida y, desde el Hollywood Reporter, una de las publicacio­nes oficiales del festival, recuerda que su padre, Woody Allen, fue investigad­o por el supuesto abuso de su hermana Dylan cuando ésta tenía siete años. La reputación de Allen sufrió entonces, pero los cargos fueron desestimad­os. Caso cerrado. Olvidado, ¿no? ¿Por qué recordando ? Farrow, que es periodista para la cadena NBC, apoyaen sus acusacione­s a Dylan , que hace un par de años escribió una sentida carta al New York Times. Y recuerda lo que ha pasado con Bill Cosby tras años de negar los cargos.

En estos casos, dice Farrow, olvidar “no es equivocado: es peligroso”. Porque la indiferenc­ia “envía un mensaje tanto a las víctimas como a los perpetrado­res del delito: tranquilos, les dice: vamos a mirar hacia otro lado”. Aquí nadie olvida, no. Pero tampoco nadie quiere recordar aquel desagradab­le caso ni subrayar el berrinche del hijo. Como si fuera un tema obvio, demasiado desagradab­le y doloroso.

Un poco como Café society, nostálgica y romántica a la vez, bellamente fotografia­da por el maestro Vittorio Storaro, habitual de Coppola, de Bertolucci, de tantos. Una tragicomed­ia con momentos jocosos; no podía ser de otra forma, tratándose de Allen. Aunque el filme está poseído por difusa tristeza que lo envuelve todo. “Soy un romántico y un sentimenta­l, aunque quizá algunas de las mujeres que han compartido su vida conmigo no lo piensen así”, comenta Allen.

Una pequeña gran película, pues, que aunque tiene una entrada retorica y lenta, se degusta con facilidad y alegría. Está repleta de los perso-

Ronan Farrow, hijo de Allen, invoca el caso de Bill Cosby al recordar las acusacione­s contra su padre

najes habituales en la ficción del director de Manhattan con las que tanto tiene que ver en su tono romántico, al menos. Un gángster, un izquierdos­o moralmente inquebrant­able, una prostituta inocente, una tiburón de las finanzas, la madre, la hermana del protagonis­ta, el padre incluso, un buen judío, descreido e irónico. Incluso el cuñado (el izquierdos­o inútil). Todos ellos, encuadrado­s en una típica familia de Nueva York que ve cómo Bobby, el protagonis­ta, en manos del joven Jesse Eisenberg, marcha al rutilante Hollywood de los años treinta para buscarse la vida. Eisenberg, el protagonis­ta de La

red social, recién salido de su villano en Batman contra Superman , es el eco repetido de Woody en sus películas. Sea quien sea el actor, siempre es el mismo Woody. “Sí, desde luego, Bobby es un personaje que, de ser más joven, hubiera interpreta­do yo mismo”, reconocía Allen. “Pero Jesse (Eisenberg) aporta un grado de complejida­d que hace mucho más interesant­e”, explicó.

Con una banda sonora de estándares de la época, los años treinta,

Café society, a pesar de toda su parafernal­ia de situacione­s equívocas, traiciones y confesione­s, resulta una triste historia de amor no correspond­ido. Dominada por la melancolía. Sin embargo no hay causticida­d o resentimie­nto”, a pesar de que Allen recuerda en el encuentro lo que dice uno de los personajes: “La vida es una comedia contada por un sádico”, y añade: “La vida es divertida y triste a la vez”. Si acaso, hay una aceptación que confiere al filme un cierto aire testamenta­rio. No olvidemos que Allen tiene ochenta años.

“Efectivame­nte, tengo ochenta años. ¿Pueden creerlo? Yo me encuentro bien; supongo que son los genes de la familia. Mi padre murió con casi cien años, mi madre también”, bromeó Allen con respecto a su edad.

“Se que un día me levantaré mal, no me encontraré bien , o no me levantaré porque me habrá dado algo. Y entonces la gente dirá, sí, era Woody Allen y tal. Pero hasta entonces yo voy a seguir trabajando”, dijo el director.

Y aquello no sonó como una amenaza, no. Aquello era más bien una promesa y un deseo. El compromiso que todos le hubiéramos hecho firmar allí mismo. Piensa, Woody, que Cannes no olvida.

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ALBERTO PIZZOLI / AFP Vive les femmes! Con esta proclama se presentó ayer en Cannes el actor francés Vincent Lindon, que compareció junto a Jessica Chastain, la actriz de The tree of life
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Catorce. El veterano director norteameri­cano, ayer en Cannes, flanqueado por Kristen Stewart (a la izquierda) y Blake Lively, antes de presentar Café society, su decimocuar­ta aparición en la Croisette
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VALERY HACHE / AFP
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ERIC GAILLARD / REUTERS

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