Punk en el museo
El ruido, la rabia, la insatisfacción y el malestar ante el no futuro siguen vigentes
El ruido, la rabia, el malestar ante la ausencia de futuro y la rebelión contra lo establecido que definieron la actitud punk han dejado sus huellas y siguen vigentes en la producción artística contemporánea.
Tracey Emin, abierta de piernas y con el sexo sepultado por un montón de monedas y billetes mostrándose como un prostituta que ha vendido su obra; Chris Burden vaciando el cargador de una pistola contra un avión lleno de pasajeros que acababa de despegar en Los Ángeles, Jimmie Durham retratándose a sí mismo con un ojo morado y magulladuras después de recibir una paliza, Itziar Okariz meando en espacios públicos o Tony Cokes mostrando en un vídeo las explosiones de aviones en atentados del grupo Septiembre Negro .... ¿Quién dijo que el punk había muerto? El rugido con el que grupos como Sex Pistols o The Ramones impactaron en Londres y Nueva York a mediados de los setenta forma ya parte de la historia. Pero aquel ruido, la rabia, el malestar ante el no futuro y la rebelión contra la convención que definieron la actitud punk han dejado sus huellas y siguen vigentes en la producción artística.
Esta es la tesis que David G. Torres despliega de forma generosa,
elocuente y admirable en Punk. Sus rastros en el arte contemporáneo,
una exposición que abre las puertas del Macba a la música popular y promete bajar de forma notable la media de edad de sus visitantes. La expectación es grande. Se presentó el pasado años en el Centro de Arte Dos de Mayo (CA2M), del que era director Ferran Barenblit, viajó luego al Artium de Vitoria, y en los resúmenes de finales de año buena parte de la crítica la destacó entre las mejores del 2015. Barenblit, ahora ya al frente del Macba, se refería a ella como una exposición “atractiva y sexy que, sin renunciar al rigor, propicia toda una experiencia en el visitante”. Y lo cierto es que el recorrido acabará por darle la razón.
Que nadie espere encontrar cres- tas y tachuelas. Pero desde el coche con el que Jordi Colomer paseó su gigantesco letrero con el lema NO?
FUTURE!, ahora aparcado en el Atrio del museo, hasta el artefacto ensordecedor Jevi que Marcel·lí Antúnez ha rescatado de sus primeros tiempos de La Fura, tropezará con un buen número de obras –y hay más un centenar– que sorprenden e impactan por su radicalidad, por la forma en que sus creadores se posicionan en el mundo y que, pese al tiempo transcurrido en algunos casos, mantienen intacta su capacidad de pegada. Si en el clásico de 1989 Rastros de carmín .Una historia secreta del siglo XX (Anagrama) el crítico musical Greil Marcus trazaba la genealogía del punk y constataba que su radicalidad había estado presente en otros momentos a lo largo del siglo XX (Cabaret Voltaire, el dadaísmo, el situacionismo, en Mayo del 68...), Torres mira hacia delante, a partir de los setenta.
“Si el panorama en el que surgió estaba marcado por el terrorismo, el paro, la crisis del petróleo y el retorno a los valores conservadores, es fácil hacer la extrapolación hasta nuestros días y encontrar motivos para una nueva explosión”, reflexiona el comisario. El punk, una actitud vital y creativa, no ha muerto pese a estar ya en el museo y hasta la rebeldía ha sido asimilada por el sistema y las cadenas de moda.
Basquiat batía ayer su propio récord vendiendo una pieza por más de 50 millones de euros, pero en la exposición lo vemos en un autorretrato donde se muestra as í mismo como una bestia, los dientes apretados como expresión de rabia por la violencia que la gente como él sufre en el Soho de los 80. Aunque la referencia a la violencia estallará en toda su crudeza en la reconstrucción que realiza Christoph Draeger de la habitación donde fueron secuestrados y asesinados once atletas israelíes durante las Olimpiadas de Munich. La negación, la sexualidad, el nihilismo... son otros de los temas que aborda la muestra. Y por supuesto el ruido. Como esa pequeña caja insonorizada de João Onofre en cuyo interior toca ocasionalmente un grupo de death metal. Fuera no se oye nada.