La Vanguardia

El final del ‘tudo bem’

El proceso de destitució­n de la presidenta Dilma Rousseff abre una honda división en Brasil

- ANDY ROBINSON Río de Janeiro Enviado especial

Bajaron los No vai va ter golpe (no habrá golpe) a las nueve de la noche por el bulevar ya equipado con el nuevo monorraíl olímpico, hacia Cinelandia, el punto de encuentro en el viejo centro de Río que en su día fue la pequeña París con su teatro municipal estilo pompier y el Ayuntamien­to belle époque. Llevaban pancartas con la palabra Golpe en la que la “O” se había convertido en el logotipo de rede Globo, el poderoso grupo mediático –propietari­o del único diario de Río– que ha presionado sin tregua por la destitució­n de Dilma Rousseff y que hoy celebrará la victoria.

Hubo un mitin con discursos encendidos de líderes de la Central Única de los Trabajador­es (CUT) y del sindicato de la metalurgia, donde Lula inició su carrera hacia el poder que, posiblemen­te, terminará en la cárcel. Luego unos cuantos se sentaron en la terraza del restaurant­e Amarelinho, y cuando salió la presidenta en la televisión empezaron a cantar al estilo de la hinchada de Flamengo o Fiuminense: “¡Ueeeé, ué, ué ,ué, Dilmaaa, Dilmaaaa!”.

La mañana siguiente. Otra te México rraza, la del delicatess­en de alto standing Talho Capixaba, en el cotizado barrio de Leblon. Podría ser un mundo aparte. “Dilma es acéfala, rígida, no sabe dialogar”, dijo Jose Maria Moreira , un vecino de Leblon que apoyaba la destitució­n. “¡Es una burra!”, intervino otro que tomaba su café de la mañana en el delicatess­en. Hasta el senador Humberto Costande del Partido de los Trabajador­es (PT), se queja de que Dilma no tiene capacidad de diálogo, que “no se adapta al modo nacional de hacer política”. Por eso, tiene que marcharse pese a que cualquiera que siga la esperpénti­ca crisis política en Brasil diría que ser incapaz de dialogar con un Congreso corrupto hasta la médula puede ser la prueba de la honradez de Dilma Rousseff.

La sensación de misión cumplida se palpaba en la cafetería frecuentad­a por los llamados coxinhas (pijos) de Río, aunque nadie comía las croquetas de pollo que han dado su nombre (coxinha) a las clases acomodadas cuyas enormes protestas han cavado la tumba de Rousseff. “En Europa habláis de golpe en Brasil pero si es el PT el que hizo el golpe”, dijo un vecino brasileño judío que se lamentaba de que gran parte de la opulenta comunidad judía en Río se haya marchado a Israel.

Leblon no es como Chacao en Caracas o la zona rosa en el DF de o incluso la avenida Paula de Sao Paulo, un barrio de ricos que sueñan con Miami. Aquí en Río los privilegia­dos sueñan más con París. “Soy periodista, filósofo y músico”, dijo Moreira. En cuanto a quienes se habían manifestad­o la noche anterior en Cinelandia, dijo con desprecio obvio: “Hay dos clase de personas que se manifestan en favor de Dilma: las que reciben trabajo del PT y las idealistas”.

Brasil se polariza de forma drástica

La reconcilia­ción puede quedar incluso fuera del alcance del papel aglutinado­r de la selección de fútbol

en estos momentos lo cual no es normal en un país que suele suprimir sus divisiones o envolverla­s en la bandera o el uniforme de la selección. El país del tudo bem (todo bien). No hay muchos enfrentami­entos físicos, salvo los choques rituales delante del Congreso en Brasilia, donde se ha construido un muro de acero para dividir a la izquierda y la derecha.

Pero la crispación se palpa en una ciudad con miedo a la incertidum­bre económica que canaliza su rabia por un lado o el otro. Saltó a la superficie el lunes cuando se suspendió por un día el proceso de impeachmen­t. En una comunidad de clase media en Jardim Botanico, que suele hacer cacerolada­s en contra de Dilma, una mujer se asomó al balcón y empezó gritar a todo volumen: “¡Toma ya, golpistas! Dilma se queda!”. Duró poco su venganza. Se ve en interminab­les discusione­s en Facebook, la adicción nacional. “Hay divisiones que yo nunca había visto”, dijo Luis Carlos Silva, que gestiona al editorial Apicuri mientras cenaba en el Ameralho. “Tengo amigos que son pro y otros que están en contra y muchos de ellos ya no se hablan”.

 ?? SILVIA IZQUIERDO / AP ?? Partidario­s de la presidente Dilma Rousseff, manifestán­dose el pasado martes contra el proceso de destitució­n en las calles de Río
SILVIA IZQUIERDO / AP Partidario­s de la presidente Dilma Rousseff, manifestán­dose el pasado martes contra el proceso de destitució­n en las calles de Río
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