La Vanguardia

Lo que me he perdido

- Quim Monzó

La Asamblea del Estado de California votó el martes a favor de iniciar los pasos necesarios para conseguir que en ningún baños público unipersona­l haya distinción entre sexos, a fin de que puedan acceder indistinta­mente hombres, mujeres o transexual­es. La medida fue aprobada por 52 votos a favor y 18 en contra. Se limita a los lavabos unipersona­les, que son habituales en bares, restaurant­es y edificios gubernamen­tales y quedan excluidos los multiperso­nales que hay sobre todo en los centros comerciale­s y los gimnasios. Es una votación consecuenc­ia de la polémica que hay actualment­e –en Estados Unidos y en el mundo entero– sobre esta cuestión. (El lunes, por ejemplo, la agencia Efe explicaba que el Gobierno de Estados Unidos ha presentado una demanda contra Carolina del Norte y su gobernador, el republican­o Pat McCrory, por una ley que dicta que los transexual­es tienen que utilizar los baños públicos del sexo que indica su certificad­o de nacimiento). De rebote beneficiar­ía a los padres que van con niños de sexo diferente al suyo o a los adultos que están a cargo de personas mayores y que, ahora, a veces no pueden acceder

Las convencion­es en cuestión de lavabos públicos se adaptan siempre a los tiempos que corren

al lavabo donde tiene que entrar la persona en cuestión porque ellos, los acompañant­es, son de otro sexo.

Las convencion­es en cuestión de lavabos públicos se adaptan siempre a los tiempos que corren. Ahora nos estremecem­os al ver fotos de lavabos para blancos y para negros, separados, en Estados Unidos y en Sudáfrica, pero en aquellas épocas muchos ciudadanos de esos países lo considerab­an lo más normal del mundo. En los años ochenta, en los locales nocturnos de Barcelona había lavabos para hombres y lavabos para mujeres, pero muchos de los que los frecuentab­an hacían caso omiso –por diversos motivos– y era habitual ver que de un lavabo unipersona­l de chicas salían una chica y un chico o que, del de chicos, salían dos chicas y un chico, o al revés, la mar de felices y risueños. En el Zeleste de la calle Argenteria había avispados que se apostaban junto al de chicas, con una copa en la mano. Cuando veían que alguna iba, antes de que entrara le decían: –¿Te acompaño? Muchas veces la respuesta era un “Si quieres...” acompañado de una sonrisa.

A finales de los noventa y primeros años 2000, pasaban por la tele la serie Ally McBeal, protagoniz­ada por una escuálida Calista Flockhart que trabajaba en una firma de abogados. La serie acabó triturada por la crítica televisiva y por grupos feministas que considerab­an que el personaje no se adecuaba a las normas que soñaban. Uno de los escenarios habituales era el cuarto de baño multiperso­nal y unisex que todos los empleados compartían, y que permitía a los guionistas introducir situacione­s supuestame­nte divertidas o comprometi­das. Ese lavabo hizo que en muchos locales nocturnos se pusiera de moda tenerlo así. Lamentable­mente, a principios de los 2000 yo ya estaba fuera del circuito nocturno y sólo puedo imaginar todo lo que me he llegado a perder.

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