Generación ‘selfie’ y ‘sexting’
Los adolescentes no son ajenos a la nueva práctica de intercambiar imágenes autoproducidas de contenido erótico, denominado sexting, por la contracción de sex y texting. Sin embargo, la reciente noticia sobre un estudio realizado por el mayor sindicato de profesores del Reino Unido parece haber encendido las alarmas: “Hasta niños de siete años practican sexting”. El fenómeno tiene una explicación bien simple en el presente contexto sociocultural.
En psicología evolutiva se afirma que la adolescencia es una época de inseguridad, experimentación de los propios límites e inestabilidad emocional. No es de extrañar que en el ámbito de la sexualidad los adolescentes se atrevan a protagonizar conductas de riesgo. Junto a ello, esta nueva generación selfie vive en una sociedad de lo visual, en la que la facilidad de las TIC ha puesto las cosas mucho más difíciles. Se ha juntado el hambre con las ganas de comer. Han coincidido la fuerte sacudida hormonal, la proliferación del smartphone y una pornografía ambiental generadora de un efecto mimético en los adolescentes.
Nos hallamos ante el resultado natural de tres revoluciones incontroladas: la revolución sexual, la revolución tecnológica y la revolución adolescente, con un efecto sinérgico cargado de consecuencias: un desmesurado culto al cuerpo y a la banalización de lo sexual; el acceso masivo a través de las TIC a una industria pornográfica cada vez más deshumanizante, y un modelo educativo que, al pretender eliminar todo signo de autoridad, puso en el centro la cándida espontaneidad del adolescente narcisista. Todo ello nos interpela como sociedad a buscar límites o remedios a sus excesos.
El problema del sexting es que expone a quien lo practica a un riesgo elevado de victimización (venganzas, acoso o chantaje). Y a pesar de ello la sociedad rema con toda su fuerza en esa dirección. Se pretende una libertad ilimitada y sin costes: jugar alegremente con fuego y no quemarse. Aunque el legislador haya tipificado como delito la difusión de sexting, es necesario un cambio cultural que enseñe con pedagogía el sentido de los límites, haciendo visibles las consecuencias de nuestros actos. La libertad irreflexiva tiene un precio altísimo que no compensa y tenemos un reto enorme por delante.