El último brindis de Alicia Florrick
‘The good wife’ se despide esta noche tras siete temporadas en antena
Recomendar una serie legal solía ser la receta perfecta para perder la credibilidad. “¿Otra serie de abogados?”, solía espetar el interlocutor mientras lanzaba una mirada entre escéptica y hastiada. El éxito de Ally McBeal y El Abogado a finales de los noventa y un carrusel de series menores como El Guardián y La juez Amy agotaron al público. Los juzgados eran sinónimo de falta de originalidad y la crítica tampoco estaba por la labor. ¿Quién tenía tiempo para abogados cuando estaban de moda los publicistas machistas y los profesores de instituto que cocinaban droga? En este contexto The good wife tenía todos los números para pasar desapercibida. Pero esta noche que emite su último capítulo en Fox Life (21.40 h) se despide como una de las grandes de los últimos años.
El punto de partida era una anécdota recurrente en la cultura americana: la mujer que apoya al marido infiel después de un escándalo, algo que podríamos llamar el síndrome de Hillary Clinton. Alicia Florrick (Julianna Margulies) aceptó el golpe por el bien de sus hijos y, mientras su marido cumplía una pena de prisión por corrupción, se reincorporó al mercado laboral. La sorpresa fue descubrir como se desarrollaba el esquema de un caso por episodio. Los creadores Robert y Michelle King ignoraban los alegatos lacrimógenos para profundizar en un sistema judicial que no tiene ningún interés en destapar la verdad y, mientras AliciaFlorrick se habituaba de nuevo al argot legal, cocieron a fuego lento una serie más compleja.
Ni tan siquiera los King se imaginaban el universo que acabarían creando. Habían gestado una serie para el canal CBS, conocido por aplicar siempre la misma fórmula con las franquicias de CSI, NCIS y Mentes criminales, y no pensaban distanciarse demasiado del modelo. Pero a medida que perfilaron los personajes mandaron el esquema al garete. Había un cliente en cada episodio, sí, pero las tramas de fondo avanzaban con unos secundarios que se convertirían en habituales de las galas de premios. Christine Baranski, Josh Charles y Alan Cumming fueron los eternos nominados y Archie Panjabi ganó un Emmy como Kalinda Sharma.
El bufete de Diane Lockhart y Will Gardner, por ejemplo, denotaba la paranoia constante entre los abogados, casi tan ambiciosos como desconfiados. Con la acumulación de casos se denunciaba un sistema judicial hecho a medida del 1% y no para los ciudadanos de a pie, por más que Alicia se marcase alguna victoria heroica de vez en cuando. La justicia y la moral no eran antónimas pero casi. La carrera política de Peter demostraba que la financiación de los partidos era un conflicto de intereses en toda regla que atentaba contra el concepto de democracia. El matrimonio de los Florrick sirvió para poner la institución en perspectiva, alejándose del ideal romántico para entender esa unión como un contrato de conveniencia. Y lo mejor es que presentaba esta inteligente radiografía de la sociedad con el ritmo de una serie en abierto.
Ahora que se encuentra ante el último episodio, los pilares de Alicia se tambalean con un veredicto que podría enviar a su marido a prisión, un amante que quiere más de ella y el dilema de si divorciarse y dejar de ser la buena esposa del título. Pero el único detalle que se puede adelantar es que la última escena, que los King pensaron durante la primera temporada, no dejará indiferente al público. Y, como ya sabe su público, Alicia Florrick es impredecible. Su única constante son las copas de vino (y los copazos de tequila) que seguro que más de uno ya se está preparando para saborear este capítulo final.