La Vanguardia

La anécdota personific­ada

- LA FÓRMULA. Sergi Pàmies

Los resultados de audiencia de la nueva etapa de Mi casa es la tuya (Telecinco) desmienten primeras impresione­s precipitad­as y diagnóstic­os erróneos como el mío. Por suerte, la realidad va por libre, y que una larga entrevista con Miguel Ángel Revilla pueda obtener una cuota de pantalla del 22,5% sigue siendo un misterio para los que nos preguntamo­s cómo es posible que un personaje que en los últimos años ha tenido una presencia televisiva al límite de la saturación y que ha explotado hasta el paroxismo su perfil de político campechano, que ha desplegado su repertorio de anécdotas con una precisión tan admirable como reiterada pueda volver a interesar. Hipótesis: probableme­nte tendrá que ver con el efecto Pretty woman. Es decir: con esta necesidad de volver a ver una y otra vez lo que ya hemos visto y de volver a escuchar las mismas historias y las mismas opiniones.

¿Hay alguna diferencia entre la entrevista que le hizo Bertín Osborne y las anteriores? Sí: el paisaje y la relación que se establece entre los interlocut­ores. Revilla aprovechó la oportunida­d de una atención muy continuada para situar casi todo el programa en escenarios naturales y protagoniz­ar un anuncio de promoción turística de Cantabria que no se puede pagar con dinero. Además, encontró en Osborne al interlocut­or idóneo para su locuacidad populista y espiral, lejos del cuerpo a cuerpo dialéctico de las disputas de poder o de los protocolos de la actualidad. Para explicar el éxito de su programa, Osborne se ha hartado de repetir que el secreto radica en que él no es periodista y que crea un clima que propicia confesione­s que los invitados nunca le harían a un profesiona­l de la informació­n. Es verdad y, en el caso de la entrevista a Revilla, el factor de hospitalid­ad y de amistad acrítica se adaptó perfectame­nte a la intención hagiográfi­ca de un personaje y de una tierra.

DE CANTABRIA A BRITANIA. Los dos primeros capítulos de la serie británica The five prometen. Escrita por Harlan Coben, plantea un argumento que atrapa por razones diversas. Un grupo de amigos preadolesc­entes salen de excursión por el bosque y se llevan al hermano pequeño de uno de ellos. En un momento dado, se dan cuenta de que el paseo será largo y el hermanito vuelve y desaparece. Elipsis temporal: veinte años más tarde, los mismos chicos ya se han hecho adultos y cuando creían que el niño había muerto, aparecen unos restos de ADN que lo inculpan en un asesinato. Esta premisa explosiva sirve de pretexto para construir una intriga que, por lo menos en su fase inicial, engancha y vuelve a confirmar el talento de los británicos para contar este tipo de historias. Otro caso parecido: The secret, basada en hechos reales, cuenta la atormentad­a conspiraci­ón de un hombre y de una mujer para matar a sus respectivo­s cónyuges y los conflictos religiosos, sociales y familiares provocados por su decisión. Es como si estas series inglesas apostaran por una densidad narrativa superior a la media, como estos platos perfectos que, a diferencia de las ensaladas y las cremas, necesitan de una cocción lenta y de un dominio experto y riguroso de la materia prima.

Miguel Ángel Revilla encontró en Bertín Osborne al interlocut­or idóneo para su locuacidad populista y espiral

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