¿Tenerife? Son las apuestas...
Somos estupendos: cada día, las casas de apuestas mueven millones de euros desde direcciones fiscales curiosas y se lucran con partidos de fútbol anónimos. O de tenis. O de fútbol australiano. Y muchos programas deportivos en España incitan, con toda naturalidad y en forma de publicidad encubierta, a que la audiencia apueste...
Frente a negocios de multinacionales, ¿vamos a ponernos estupendos con los maletines por ganar?
El lector Rubèn Requena despedía ayer en las Cartas de los Lectores a Manel Vich, la voz del Camp Nou, con un texto encomiable: “Representava aquest model de club que poc a poc s’esvaeix”. Se desvanece un cierto Barça...y un cierto fútbol.
Con sinceridad: no me importa que haya maletines en la última jornada de Liga. Los maletines son uno de los últimos vestigios del fútbol romántico e imperfecto de la infancia, cuando uno decide, irreversiblemente, aficionarse o no a este deporte y ser fiel el resto de su vida –aquí sí que “en la desgracia y la adversidad”– a un equipo.
Uno no vive el fútbol con rectitud moral y asepsia. Ya que pagamos impuestos, respetamos la naturaleza y hemos dejado de contar chistes machistas, ahora que bebemos poco y fumamos menos, ¿hay que ejemplarizar el fútbol hasta el extremo de indignarnos con los maletines? ¿Por qué no miramos más a las casas de apuestas o a los arbitrajes?
Gracias a los maletines y la cultura de la sospecha, el fútbol tiene letra de novela negra. Hay misterio, engaño, dobleces...La condición humana pero sin sangre, cadáveres ni dolor. Han pasado 24 años y aún me fascina
El Barça avisó a Valdano de que Agustín beneficiaría al Madrid: encajó un gol raro y fue relevado... a los 28 minutos
conocer detalles de aquel Tenerife– Real Madrid del 7 de junio de 1992, la primera de las dos ligas perdidas por los blancos en la isla.
Un exdirectivo del Barça me contó que un miembro de la junta telefoneó el jueves de la semana del partido a Jorge Valdano, entrenador tinerfeño, para informarle –con pruebas– de que su portero titular, Agustín, formado en el Real Madrid y diez temporadas en el primer equipo, había alcanzado un acuerdo para beneficiar al club de su vida. –¿Y qué dijo Valdano? –Que confiaba en su portero. Hagi centró desde la derecha y Fernando Hierro remató al segundo palo. Agustín se tragó –vean la jugada– el gol tempranero (0-1). Fingió una lesión –lo ha admitido– o le dijeron que así lo hiciera para salvar la cara. A los 28 minutos de partido, Valdano le sustituyó. El Tenerife logró remontar un 0-2, acaso el partido más memorable de su historia.
¿Vamos a perdernos los misterios del fútbol de maletín y sospechas?