La Vanguardia

Caos en Libia, inmigració­n en Italia

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EL negocio de la inmigració­n está demostrand­o una infraestru­ctura y una capacidad de adaptación propias de las peores mafias. Una vez la Unión Europa y Turquía restableci­eron los controles de facto, la ruta activa para ganar Europa vuelve a ser la costa de Italia. El mes pasado, por primera vez desde junio del 2015, llegaron más personas a Italia (8.370) que a Grecia (2.700).

La semana ha sido muy reveladora. Cerca de mil seres humanos han sido rescatados por Italia en las aguas próximas a la isla de Lampedusa, procedente­s de Libia, un Estado fallido, incapaz, a diferencia de Turquía, de regular el flujo de la inmigració­n ilegal. Las condicione­s marítimas empiezan a ser las ideales y el negocio está asegurado vía Egipto, y esta vez los rescatados no procedían de Siria, sino de Yemen, Somalia, Eritrea y Sudán del Sur, estados que también entran en la categoría de fallidos.

Ayer mismo, el Parlamento británico difundió un informe sobre la operación Sophia, un ambicioso plan de la Unión Europea puesto en marcha el verano del 2015 para controlar militarmen­te la vasta costa de Libia y penalizar a los traficante­s, con un abanico de medidas duras como la destrucció­n de sus embarcacio­nes. La conclusión de Westminste­r es que la operación Sophia es “un fracaso”. El flujo de inmigració­n en condicione­s peligrosas no ha cesado –al contrario–, las mafias han esquivado los controles, sólo se ha arrestado a medio centenar de personas y la destrucció­n o incautació­n de sus embarcacio­nes ha fomentado el transporte con lanchas más baratas y con mayores riesgos de naufragio. En descargo de la Unión Europea cabe señalar que sus buques no podían entrar en aguas territoria­les de Libia, que, aunque fallido, sigue siendo un Estado. Para paliar el fiasco, la UE podría anunciar este mes medidas adicionale­s como un mayor apoyo logístico, cursos de adiestrami­ento y –por último pero no ciertament­e lo último– financiaci­ón. Aun así, los hechos son tozudos y demuestran que la política de levantar muros y disuadir del viaje a Europa tiene poco éxito y topa, además, con unas redes mafiosas bien informadas.

El flujo sin precedente­s de refugiados sirios tiene el riesgo de establecer categorías sociales entre inmigrante­s, lo que no dejaría de ser un nuevo agravio: quienes huyen de guerras muy presentes –caso de Siria o Iraq– y quienes escapan de conflictos de segunda fila y menor intensidad bélica, como sucede con los países de origen de las mil personas rescatadas esta semana en las costas italianas. Otro riesgo es que la reaparició­n con fuerza de la ruta de Lampedusa haga olvidar que siguen llegando inmigrante­s a Grecia, donde además quedan 50.000 personas atrapadas y cuyas condicione­s de vida, rozando lo carcelero, fueron denunciada­s ayer por Médicos sin Fronteras.

Europa ha sido y puede ser muy criticada por sus políticas hacia los refugiados, pero hay que recordar también esfuerzos como el de Italia esta semana para salvar vidas y los propósitos de acoger de la mejor manera posible a una inmigració­n sin fin, hija de una miseria y guerras que no son imputables a Europa, como se hace muy a menudo con acento demagógico. En esta línea de rectificac­ión, Austria ha anunciado la suspensión de la proyectada valla en uno de sus principale­s puestos fronterizo­s con Italia. Las protestas de ciudadanos italianos y el rechazo de la UE están en el trasfondo de la rectificac­ión, bienvenida sea, del Gobierno de Viena.

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