Fratricidio
Llevo meses estudiando los movimientos sociales y políticos de la Catalunya de principios del siglo XX para la novela que estoy escribiendo. Más allá del placer literario que representa intentar construir una historia capaz de seducir a los lectores, la recreación del pasado también reporta un doble beneficio: la obligación de poner la lupa pequeña en los grandes acontecimientos históricos y la información valiosa para hacer la comparativa con los tiempos actuales que ello reporta.
La conclusión es la esperada: diferente siglo, contingencias y protagonistas, pero una decepcionante capacidad de cometer los mismos errores, lo que significa que no aprendemos nada de las lecciones del pasado. 1901 es, para los historiadores, el inicio de la estructuración política del catalanismo, cuando, con la fusión del Centre Nacional Català y la Unió Regionalista, nace la Liga de Cambó y Prat de la Riba.
También es el inicio del lerrouxismo populista, que, aunque todavía no tenía el cariz de movimiento fuertemente españolista, ya sacaba los colmillos. Lisa y llanamente, la Liga llegó, ganó de manera contundente –enviando a
La historia del catalanismo se repite con precisión: unión, victoria, pelea, desunión, derrota...
los “cuatro presidentes” a las Cortes, con el doctor Robert como brillante líder–, inició un proceso de pelea interior, se rompió internamente y perdió, dando paso a la consolidación del lerrouxismo.
Después volvería a ganar las municipales, se formaría la Solidaritat Catalana como necesidad de unión urgente de todo el catalanismo, y la historia se repetiría con precisión matemática: unión, victoria, pelea, desunión, derrota, etcétera... En el centro del escenario, el paradigma claramente españolista de derecha-izquierda contaminaría la dualidad catalanismo-españolismo, que determinaba la normalidad catalana.
Todo es muy viejo, tanto los esfuerzos de la unión del nacionalismo como la persistente tendencia a la desunión, en general atizada por las diferencias ideológicas y las ambiciones personales. Como son igual de viejos los demás factores: la reacción histérica del españolismo con sólo levantar su dedo el catalanismo; y la obsesión izquierdosa de hacer la revolución antes de tener la libertad. Pero lo peor era el factor x que marca a fuego a los catalanes: cada vez que la unión del catalanismo tenía un gran éxito electoral, se peleaba, se partía por el medio y dejaba pasar la oportunidad.
¿Qué estamos haciendo ahora, sino repetir punto por punto los errores de siempre? Nos unimos, llamamos a la ciudadanía, tuvimos un éxito rotundo y al momento decidimos trinchar la unión de partidos e incluso la entidad que agrupaba la fuerza ciudadana. Lo que está pasando en la ANC no tiene nombre, con la lucha cainita y partidista por el poder, como no lo tiene el espectáculo de la división interna en Junts pel Sí. Pero parece que no tenemos remedio: hacernos el harakiri es nuestra tradición cuando estamos a punto de conseguir la victoria.