Un día para la hegemonía
El Barcelona aspira en Granada a otra Liga de transistores tras Tenerife y Riazor
En Granada o se llora como Boabdil o se conquista y se celebra. Eso cuenta la historia. Y eso mismo pasará hoy en la Liga. Ya que el hecho de jugarse el trabajo de nueve meses en un día le añade dramatismo a la última jornada. Además de ser a todo o nada y no haber vuelta de hoja, a diferencia de lo que ocurrió en el 2014 cuando la disputa era con el Atlético, habrá euforia en Canaletes o será depresión entre la parroquia culé porque o gana el Barcelona o vence su némesis. Los blaugrana han acariciado este título tantas veces –Luis Enrique reconoció que en algún momento se le ha hecho largo el campeonato– que si se les cae es porque se les habrá escurrido entre los dedos hasta ir a parar a manos del gran rival, un regalo inesperado para un equipo centrado en la final de la Champions. Mientras el Madrid tiene predilección por Europa, el Barça es el juez y puede sumar su sexta Liga en ocho cursos. Sería gloria y hegemonía para el culé.
Pocos lo hubiesen dicho en agosto cuando el torneo dio el pistoletazo de salida, bajo el influjo del triplete que el Barcelona conquistó en Berlín en el primer año de Luis Enrique y de la apuesta de Florentino por Benítez. Pero casi nadie se la hubiese jugado a principios de marzo, cuando los blaugrana iban lanzados, invictos más de 30 partidos, y los blancos luchaban por la supervivencia, con cambio en el banquillo incluido. Pero hoy, en la hora del fútbol de toda la vida, la Liga vuelve a vivir un final de transistores en el que los dos grandes se la juegan.
Esta tarde alumbrará la vigésima cuarta Liga del Barça o nacerá el trigésimo tercer campeonato para el Madrid, aunque la tendencia en la última década es que la distancia entre ambos se ha recortado y se va recortando más. En contraste a lo que sucede entre Djokovic y Nadal, dos titanes que volvieron a verse las caras ayer y cuyas trayectorias se van alejando.
Llegar a la última jornada con la Liga en juego remite a héroes como Pier y Dertycia o a antihéroes como Buyo o Sanchís. Sin embargo, más que a las de Tenerife o a la del penalti parado por González a Djukic, en las que los blaugrana iban por detrás y necesitaban el tropiezo del primero, al Barcelona le interesa que no haya cambio de líder, como en la 2009-10. Entonces el Madrid obligó al Barça a llegar hasta los 99 puntos pero el título se quedó en las vitrinas del Camp Nou. Viendo que los de Guardiola ganaban 4-0 al Valladolid, que descendió, los de Pellegrini ya no forzaron la máquina en La Rosaleda (1-1). La gran diferencia de todos esos precedentes es que hoy tanto el líder como el perseguidor juegan a domicilio.
Todo ese duelo a dos bandas en la sobremesa es muy poético pero a la postre todo se resume en una ciudad, en un campo y en un equipo. Todo se reduce en lo que le cueste al Barcelona imponer su ley en el Nuevo Los Cármenes o en lo que sea capaz de resistir o de dar guerra el Granada, ya salvado. “En nuestra situación, sólo hay un partido, el de Granada. No me interesa otro hasta que no pite el árbitro en el minuto 95. No pienso decirles el resultado de Riazor ni en el descanso. Vamos a hacer un buen partido que nos permita ser campeones. Desde hace cuatro o cinco semanas tenía la sensación de que debíamos ganar
Los blaugrana buscan su sexto título en ocho años y el Madrid espera un regalo antes de la Champions
los últimos cinco partidos y la sigo pensando ahora que queda uno. Sólo si no ganamos, habrá que mirar a otro lado”, recetó Luis Enrique, que igual que Zinédine Zidane convocó a toda la plantilla.
El asturiano tampoco quiso hablar de rúa ni de doblete. “No sé qué otra final hay que jugar, la de Copa contra el Sevilla no existe para mí”, dijo centrado en esta tarde. ¿Pero qué Granada se encontrará? ¿Uno relajado o uno desacomplejado? “Yo pongo siempre la mano en el fuego por los profesionales del fútbol. Si alguien demuestra algo, la quitaré o me quemaré”, defendió la competitividad del rival, que alineará casi el mismo once que logró la permanencia la semana pasada. Pero Luis Enrique es optimista, no tiene miedo a lo que pueda suceder en Granada porque “estos partidos están hechos a medida de los jugadores del Barça”. En especial de Messi, autor del gol del alirón del año pasado y que hoy puede ganar su octava Liga, las mismas que Di Stéfano, el mito del madridismo.