El ataque, un caso curioso

RUIDO. Cada última jornada de Liga se repite el mismo circo: avistamientos de maletines, defensas tibias de la honestidad de los futbolistas, acusaciones veladas de desvirtuar la competición y, en definitiva, sospechas por doquier. Si, además, se sustancia la lucha por el título, el ruido se multiplica y se vuelve insoportable. Hace bien el Barça en no meterse en una materia que no le interesa, porque se ha ganado la ventaja de depender de sí mismo. A los de Luis Enrique les tiene que dar igual si el Granada (y el Deportivo) está primado o si se ha pasado la semana de fiesta celebrando la permanencia. Le toca ganar tanto si el Granada sale a muerte como si Cuenca va loco por vengarse –no se sabe de qué– e incluso si el césped del Nuevo Los Cármenes parece una selva. Lo único que realmente interesa es la mejora aparente del equipo blaugrana en los últimos partidos, especialmente frente al Espanyol. Es curioso porque el mejor ataque de la Liga –casi tres goles de media por partido– y del mundo se ha reconstruido alrededor del cero en la propia portería: ha encadenado cuatro encuentros sin encajar gol –17 en el total de la Liga– y, por tanto, no ha dado opción a los rivales. Esta mejora no es casual, sino que responde –entre otras cosas– a una superior implicación de Messi y Neymar en la presión en campo contrario. Si sólo aprieta Suárez es una cosa, si lo hacen los tres delanteros lo más probable es que el rival no salga de su campo o, por lo menos, que no te haga ocasiones. Después, tienen tanto talento, que el gol del Barça llegará tarde o temprano.

PÓLVORA GRANADINA. La concentración defensiva es especialmente importante. El Granada es el noveno equipo más goleador de la Liga y, por ejemplo, ha marcado más –46 a 44– que el Villarreal. Y es que, aunque dibuja un 4-4-2, en la práctica juega con cuatro delanteros capaces de hacer daño a la contra: Rochina y Cuenca por los costados, y Peñaranda y El Arabi por dentro. El resto del equipo es pura mediocridad.