La Vanguardia

La flamenca más sexy

- ADOLFO S. RUIZ

Con ella llegó el erotismo, y el consiguien­te escándalo de los más pudorosos y los más fariseos, a la canción española, ese género que Francisco Franco había decidido que fuera el más genuino representa­nte musical de los valores patrios. Pero eran ya los años finales de la dictadura y Rosa Morena cantaba Échale guindas al pavo o la Hija de don Juan Alba, embutida en vestidos ceñidos y con escotes llamativos. Hubo portadas de sus discos en los que aparecía incluso sin sujetador. La flamenca más sexy conocida hasta entonces.

Hoy, a sus 75 años, Rosa Morena sigue siendo una mujer vistosa y alegre, que ha superado la extirpació­n de uno de sus pulmones a consecuenc­ia de un cáncer de mama mal curado, y que sueña con descubrir nuevos talentos musicales en su Extremadur­a natal. Los últimos años ha residido en la ciudad donde nació, Badajoz, arropada por las imágenes de su infancia y el cariño de quienes aún la reconocen como la más grande artista de la ciudad, pese a que ella lamenta que no se le haya concedido la medalla de Extremadur­a “y sí a esa muchachita, Soraya, que canta en inglés”.

La historia de Manuela Otilia González Pulgarín bebe en los cuentos de hadas que con tanta profusión se dieron durante el franquismo y llegaron hasta la transición. Hija de un minero pobre, padre de ocho hijos, Manuela Otilia ya destacó a los seis años cantando en Radio Extremadur­a. En una familia tan extensa, sólo ella se vio tocada por la vena artística y la joven Otilia, siempre acompañada por su madre como era preceptivo en aquellos tiempos, se trasladó a Madrid porque José Luis Pécker y Bobby Deglané llamaron a la radio extremeña preguntand­o “por una niña que canta flamenco”.

En la capital, Manuela Otilia estudió en la conocida academia del maestro Rafael Millán, que fue quien le regaló el nombre artístico de Rosa Morena. Conocida en toda España gracias al popular programa radiofónic­o Cabalgata del fin de semana, pronto dio su salto a Estados Unidos y la América hispana. En Nueva York, la joven Rosa Morena actuó en algunas de las más importante­s salas de fiestas latinas, en las que se codeó con artistas de la talla de Celia Cruz y Olga Guillot. Pero su momento culminante sería su participac­ión en un festival benéfico en el Radio City junto a Judy Garland, Dean Martin, Sammy Davis jr y Frank Sinatra.

Tras aquellos éxitos en Nueva York, recorrería casi todos los países sudamerica­nos cosechando triunfo tras triunfo. Rosa Morena recuerda con humor que “en Buenos Aires me llamaban la bomba española, pero yo únicamente era una catetilla, me decían que saludara a la gente y yo me iba a darles dos besos. Y me decían: No, besos no, mejor saluda con la mano’”.

Tras su regreso a España, las puertas del cine se abrieron para ella, aunque no tuvo demasiada continuida­d ya que sólo participó en dos filmes de cierta importanci­a, Flor Salvaje (1965) y El secreto de las esmeraldas, donde actuaba como galán Julio Pérez Tabernero, productor e hijo de la famosa familia ganadera salmantina. Rosa y Julio iniciaron entonces una relación sentimenta­l que duraría cinco años.

Eran los tiempos en los que Rosa Morena se presentaba como una extraña mezcla entre Estrellita Castro y Brigitte Bardot. En el año 1975 fue la chica más fotografia­da y entrevista­da en España. La multinacio­nal estadounid­ense Burguer King utilizó su imagen para el lanzamient­o de su primer establecim­iento en Europa, que se localizó en Madrid. Incluso Adolfo Suárez la reclamó para que participar­a en la primera campaña electoral de la democracia.

Desde entonces, la extremeña se hizo la reina absoluta de los militares y los gais. En 1974, realizó una memorable actuación en la base de Alcalá de Henares, donde paracaidis­tas desbocados protagoniz­aron algunas escenas inenarrabl­es. Su segundo acontecimi­ento castrense fue el festival que tuvo lugar en 1975 en El Aaiún, capital del Sáhara español, donde actuó ante más de 12.000 soldados que entonces se preparaban para contener la Marcha Verde.

La enfermedad le llegó de forma imprevista en 1978 y con ella el final de su carrera artística. Pero su memoria aún perdura entre el colectivo gay, que la nombró reina por su defensa de la libertad sexual. Cada año, el festival de los Palomos Cojos que se celebra en Badajoz tiene un recuerdo especial para su diosa.

Rosa Morena renovó la canción española con el erotismo de sus ritmos insinuante­s, sus ceñidos vestidos y sus escotes

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GIANNI FERRARI / GETTY
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BERNARDO RODRÍGUEZ / EFE Con 75 años, instalada en su Badajoz natal, lamenta que no le hayan dado la medalla de Extremadur­a
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