HECHOS BIOLÓGICOS
Aquel día no cayó una tormenta de arena sobre El Aaiún, sino más bien una tormenta de folklóricas. Sobre la capital del Sáhara Español se abatió el 21 de julio de 1975 una particular tropa invasora armada sólo de micrófonos, que encabezaban Rosa Morena, en la cumbre de su popularidad, Karina, toda una diva a sus veintinueve años, y Lolita Sevilla, la estrella de Bienvenido Mr. Marshall. Les secundaba el grupo Arena Caliente, apenas formado un par de años antes con prometedoras cantantes y bailaoras sevillanas. Entre tanta chica para alegrar a la tropa legionaria se empotró también a algún folklórico, como Peret y sus gitanos. El toque de humor lo aportaba el actor peruano afincado en Madrid Chicho Gordillo, muy popular por entonces. Mucho mérito tenía, pues era misión casi imposible devolver la sonrisa a aquellos legionarios que se veían atrapados en la pinza que formaban de un lado el Frente Polisario, surgido dos años atrás, y del otro, las reclamaciones marroquíes del hábil Hassan II, que culminaron en la Marcha Verde.
Pero quizá no era toda la culpa del consabido “enemigo exterior” al que siempre se ha apelado desde los tiempos de la Armada Invencible, sino más bien de un régimen dictatorial que, tras cuarenta años, en aquel verano de 1975, se hallaba ya al borde de la extinción, literalmente. No es extraño que fuera entonces cuando unos medios de comunicación obligados a edulcorar la magnitud de la enfermedad de Franco se inventaran aquella expresión tan políticamente correcta, “el hecho biológico”, para referirse a la probable muerte del Caudillo. Atribuir a la naturaleza lo inevitable parece que lo hacía menos dramático. Tan ocupado estaba con esto el régimen que se les olvidaron otros hechos biológicos, pues aquel año entró en vigor la Convención sobre Armas Biológicas y España no estuvo entre los veintidós Estados que la ratificaron (sólo lo haría cuatro años más tarde). Pero el hecho biológico preferido de los españoles por aquel entonces era el del destape femenino, que había emergido con insólita rapidez desde que el Ministerio de Información y Turismo relajase las prohibiciones sobre el desnudo en pantalla, permitiéndolo “si lo exige el guión”. Su abanderada fue María José Cantudo en la no desdeñable película La trastienda, aunque ha pasado a la historia más por su hecho biológico que por otra cosa.