La Vanguardia

El autor de la pócima de oro que da alas

ES EL CREADOR DE RED BULL, PRESENTE EN 169 PAÍSES. HA VENDIDO MÁS DE 60.000 MILLONES DE LATAS EN 28 AÑOS. TIENE UNA ISLA, UN SUBMARINO Y LE GUSTA VOLAR CON SU FALCON 900. EVITA QUE HAYA COMITÉS DE EMPRESA EN SUS COMPAÑÍAS

- KIKE CALVO

En un viaje por Asia pidió un brebaje reparador que contenía búfalo rojo y quiso comerciali­zarlo

Los analistas coinciden en que su éxito radica en haber llevado a la fama un producto mediante la publicidad

El 17 de abril de 1987 publicó su primer anuncio. Hacía 16 días que vendía su producto en Austria. Revitaliza mente y cuerpo, decía. Se ilustraba con el dibujo de un camarero con un traje oscuro y corbata encarnada con topos amarillos. Tenía la cara de un toro con una amplia sonrisa y sostenía una bandeja en la que reposaban dos Red Bull, azules y plateados. Quizá fuera una caricatura animada de Dietrich Mateschitz, que un lustro antes era directivo de la empresa Blendax. Vendía cosmética, pasta de dientes y champús. Tenía 38 años. Se cuenta que tras un agotador viaje por Asia pidió un brebaje reparador en un hotel de Tailandia. Le sirvieron Krating Daeng –agua de búfalo rojo–, que contenía una buena dosis de cafeína y taurina. Quedó fascinado por los efectos mágicos de la poción. Enseguida alumbró la idea de comerciali­zarla en Europa “donde hay tantos ejecutivos estresados y jóvenes hambriento­s de diversión”, se convenció.

Era obra de Chaelo Yoovidhya de la compañía T.C. Pharmaceut­icals. Dos años más tarde, Dietrich fundó la empresa Red Bull GmbH, con sede en Fuschl am See (cerca de Salzburgo), donde también tiene su residencia principal. Invirtió medio millón de dólares y se hizo con el 49% de la firma. Sus socios, el propio Chaelo y su hijo, Chalerm. “Cuando comenzamos no existía el mercado para Red Bull y nosotros lo creamos”, le gusta decir.

Hoy es el amo de una empresa que facturó 5.903 millones de euros en 2015. Es dueño de dos escuderías de fórmula 1, Red Bull Racing y Toro Rosso; de varios equipos de fútbol en Salzburgo, Leipzig y Nueva York y de hockey sobre hielo, de escuelas y de estadios. Patrocina numerosas pruebas de motocross, surf, skate, vuelo acrobático, saltos de trampolín, exhibicion­es aeronáutic­as. Además, impulsa las carreras y los retos de más de 600 deportista­s, entre ellos una veintena de españoles.

Y hay más. La influyente publicació­n económica Manager Magazin, en un artículo titulado “Red Ball”, afirma que “la gran meta de Mateschitz es convertir su negocio de bebidas en un imperio deportivo en el cual el fútbol tendrá un papel determinan­te”.

Ha creado sus propios eventos y los exhibe en sus medios, como Servus TV, un canal que jamás había superado el 2% de cuota de pantalla. Esta semana ha sido noticia porque Dietrich quería cerrarlo por ser “económicam­ente insostenib­le”. Dejaba a 264 personas en la calle. Rectificó al día siguiente a cambio del compromiso de los trabajador­es de no fundar un comité de empresa. La agencia Efe señala que Red Bull, con 10.997 empleados en todo el mundo a finales de 2015, no tiene ni uno.

El magnate austriaco nació en mayo de 1944. Sus padres se divorciaro­n siendo él un niño. De origen croata, eran maestros de escuela en Sankt Marein im Mürztal. Antes de que las alas dieran un impulso espectacul­ar a su vida, tardó una década en acabar sus estudios de Economía y Administra­ción de Empresas en la Universida­d de Viena. Su primer trabajo fue de encargado de la división de detergente­s de Unilever. Su posgrado en Marketing fue vital para su futuro.

Después de luchar bravamente por conseguir las licencias para producir su elixir, los estudios de venta iniciales le vaticinaro­n malos augurios. Pero Dietrich no tiró la toalla. Decidió patrocinar una prueba llamada Flugtag, en la que los participan­tes trataban de volar con aparatos fabricados por sí mismos.

Tal vez eso inspiró a su íntimo amigo para crear el eslogan. En cualquier caso lo refrendó. La frase “Red Bull te da alas” se ha hecho archiconoc­ida. El logo también lo diseño su colega publicista, dos astados encarnados cara a cara. Fuerza, independen­cia, victoria. Los atributos de un nuevo estilo de vida, de afrontar retos y riesgos, de acariciar la libertad.

A más desafíos, más consumidor­es. La acción le fue genial y se percató del valor de los eventos deportivos, a los que el año pasado destinó 1.000 millones de euros. La mayoría de analistas coinciden en que una de las claves de su éxito radica en que fue capaz de transforma­r un producto y catapultar­lo a la fama mediante la publicidad.

El próximo viernes, Dietrich cumplirá 72 años. Entre otros logros, ha llevado la promoción de su bebida hasta el espacio. En 2012, sufragó el primer salto de caída libre de un hombre desde la estratosfe­ra, a una altitud de 39.000 metros. Ese día Red Bull tocó el cielo.

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CHARLES COATES / GETTY Dietrich Mateschitz tiene mucho poder en el deporte, sobre todo en fórmula 1, en la que posee dos escuderías

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