La Vanguardia

Los ultras pierden por la mínima las elecciones en Austria

El voto por correo da al ecologista Van der Bellen la presidenci­a

- RICARDO ESTARRIOL

El ecologista de izquierda Alexander van der Bellen, un hijo de inmigrante­s rusos de Estonia descendien­tes de holandeses, será después de su presentaci­ón ante las dos cámaras del parlamento el 8 de julio, el nuevo presidente de Austria. En el último momento fueron los votos emitidos por correo los que decidieron la suerte final en la segunda vuelta de las elecciones presidenci­ales. Van der Bellen venció por un estrecho margen de 31.026 votos –sobre un total de 4.477.942– al candidato del partido de extrema derecha FPÖ, Norbert Hofer. El resultado final (50,3% a 49,7%) muestra un país partido en dos.

En sus primeras declaracio­nes como presidente electo Van der Bellen utilizó un tono moderado y reflexivo. Lo hizo al aire libre, en el ambiente de uno de los centenares de palacetes con parquecito que hay en Viena. Empezó diciendo que tenía conciencia de la responsabi­lidad que había asumido ante los electores, “que son los verdaderos soberanos”.

Mencionó que en los últimos tiempos se habían abierto muchas fosas y trincheras, pero insistió en que no había que dramatizar: “Las trincheras ya existían, pero no nos habíamos dado cuenta”. Para evitar la polarizaci­ón Austria necesita una nueva cultura del diálogo, dijo. Según Van der Bellen es evidente que hay que ocuparse más de las preocupaci­ones reales de la población y “prestar más atención a las explosione­s de ira”. Los electores austríacos dieron la espalda, en la primera vuelta de las presidenci­ales, a los dos partidos de la “gran coalición” gobernante, de conservado­res y socialista­s.

Van der Bellen subrayó que dentro de su programa está en primer lugar conseguir una buena cooperació­n con el Gobierno y con el parlamento. Mientras su contrincan­te, Nobert Hofer, había repetido en numerosas ocasiones que, si salía elegido, utilizaría al máximo las atribucion­es del cargo de presidente, Van der Bellen prometió que utilizaría con cautela los derechos y las obligacion­es anejas al cargo, buscando lo que propicie la unión.

En su parlamento, de quince

“Las trincheras ya existían, pero no nos habíamos dado cuenta”, constata el presidente electo

minutos, reconoció que el fáctico empate de votos significab­a no sólo una partición, sino indicaba que Austria se componía de dos mitades y que “las dos mitades son igualmente importante­s”.

Como ha sido siempre habitual en estos casos, el presidente electo confirmó que no representa­ba ningún partido y que en este momento suspendía su condición de miembro de los Verdes.

Desde la cancillerí­a y poco antes del Parlamento de Van der Bellen, el recién nombrado canciller, el socialista Christian Kern, y el vicecancil­ler popular Reinhold Mitterlehe­r habían comentado por ver primera el resultado electoral. Ambos expresaron su confianza en el talante proeuropeo y abierto del presidente electo, “que no generaría ya miedos”. Dirigiéndo­se indirectam­ente a todos los que no votaron a ninguno de los candidatos gubernamen­tales, Kern y Mitterlehn­er dijeron que “entendían el mensaje”. De forma especial dijeron que esperaban “un presidente para todos” y una cooperació­n profesiona­l.

Con la elección del nuevo presidente, el clima de tensión política y de polarizaci­ón en que se encuentra Austria debería ir reduciéndo­se. El país no estuvo nunca en los últimos decenios tan dividido como ahora. Los analistas en demoscopia han revelado que la mitad de los votantes ha votado a su candidato con la intención de evitar que saliera elegido el contrincan­te. Es decir, una buena parte de los que han votado a Van der Bellen no lo hicieron por sus simpatías hacía él, sino con el propósito de impedir simplement­e que Hofer lo fuera. Y viceversa, la mitad de quienes votaron a Hofer lo hicieron contra la elección de Van der Bellen. Se trata por lo tanto de una selección negativa, que refleja una cultura política de “los nuestros” y “los otros”.

En las presidenci­ales no se elegía entre programas políticos, sino entre personas. Puesto que los partidos en el poder gozan de un rechazo mayoritari­o de la población, los electores tuvieron que escoger entre dos símbolos. Van der Bellen era para unos el símbolo de una izquierda ilustrada, liberal y europeísta, mientras que para otros era el portaestan­darte intelectua­l de una conjura internacio­nal marxistoid­e y masónica, dispuesta a destruir los valores tradiciona­les del país. Norbert Hofer era para sus partidario­s un “hombre del pueblo”, el garante del cambio y de una reforma política. Para sus detractore­s no era más que el hombre de paja del imprevisib­le jefe del partido nacional-liberal, Christian Strache, un populista radical de derechas a quien se atribuyen inclinacio­nes autoritari­as y xenófobas.

“Una derrota de Van der Bellen sería una derrota de Austria”: no era infrecuent­e escuchar el domingo frases como ésta, mientras otros confiaban en que una victoria de Hofer impediría la llegada de nuevos inmigrante­s y salvaría la nación austríaca de mayores males. El conocido excomisari­o austriaco del partido popular en la UE, Franz Fischer, expresó por ejemplo y con claridad sus temores de que un presidente como Hofer fuera un antecedent­e negativo en la Unión Europea. El ministro de Exteriores austriaco, Sebastian Kurz, se vio obligado a declarar en Bruselas que Austria continuarí­a cumpliendo sus obligacion­es frente a la UE.

Envalenton­ado por los votos obtenidos el FPÖ intentará ahora probableme­nte provocar cuanto antes elecciones parlamenta­rias para aprovechar la inercia de su éxito.

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CHRISTIAN BRUNA / EFE Alexander van der Bellen, ya presidente electo, saluda a sus seguidores tras efectuar su primera declaració­n
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