Bola de partido

JONATHAN Rhys Meyers, protagonista de Match Point (Woody Allen, 2005), manifiesta en una escena de la película: “En un partido de tenis hay momentos en que la pelota golpea al borde de la red y durante una fracción de segundo puede seguir hacia delante o caer hacia atrás. Con un poco de suerte, sigue adelante y ganas. O no lo hace y pierdes”. Viendo el resultado electoral en Austria, la bola decidió caer en el último momento en favor del candidato ecologista Alexander van der Bellen y en contra del ultraderechista Norbert Hofer. Los votos por correo acabaron decidiendo, cuando las urnas daban un empate la noche anterior. Al final, la diferencia entre ambos ha sido de 31.000 papeletas, que permitirán que el veterano político de Los Verdes sea el nuevo presidente. Toda una pelota de partido con todo un país en vilo. Y Europa, con el corazón en un puño.

En efecto, estos pocos votos aliviaron a los dirigentes de la UE, que temían que Austria fuera el primer Estado europeo con un ultraderechista al frente. El presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, había dicho horas antes de las elecciones que no le gustaba que Hofer pudiera alcanzar su objetivo. “Sé que los austriacos no quieren oír esto, pero no me importa, con la extrema derecha no hay debate, ni diálogo posible”. El presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, fue igualmente claro cuando expresó que una victoria del FPÖ cambiaría el carácter de Europa.

Los problemas de Austria no son nuevos en el continente: presión fiscal sobre las clases medias, aumento del paro, temor a la inmigración e incremento de la corrupción. La crisis ha hecho sangrar la herida y la receta de la austeridad no la ha restañado. Al contrario, los partidos tradicionales (socialdemócratas y populares) en el poder han sido castigados por el electorado. Pero las soluciones radicales a menudo no son soluciones, aunque puedan ser radicales. Por esta vez Europa salvó la bola de partido.