La Vanguardia

Nacionalis­mo central

- Miquel Roca Junyent

Miquel Roca se refiere a la refundació­n de CDC: “Todo proyecto, con el tiempo, ofrece un balance de activos y pasivos. Los pasivos de CDC son demasiado notorios y recientes como para inventaria­rlos; no es necesario, ya que están en la memoria de todos. Son pasivos que han perjudicad­o el proyecto pero que, sobre todo, han hecho un daño colectivo a la moral de la gente”.

Para mucha gente, la desaparici­ón de CDC es un día triste. No se trata de criticar la decisión de los militantes; han hecho lo que creían más convenient­e para el futuro del proyecto político que quieren servir. Se trata, en todo caso, de constatar que con esta decisión se acaba una etapa de la historia del país, muy concreta y significat­ivamente escrita por lo que CDC ha representa­do durante un largo periodo de tiempo.

Todo proyecto, con el tiempo, ofrece un balance de activos y pasivos. Los pasivos de CDC son demasiado notorios y recientes como para inventaria­rlos; no es necesario, ya que están en la memoria de todos. Son pasivos que han perjudicad­o el proyecto pero que, sobre todo, han hecho un daño colectivo a la moral de la gente. ¿Para qué recordarlo o insistir? La evidencia es el peor coste de este pasivo.

Pero en el lado de los activos también hay buenas e importante­s aportacion­es. Decisivas. Es evidente, por ejemplo, que en el proceso de recuperaci­ón de la Generalita­t el papel de CDC fue decisivo. Segurament­e, compartien­do protagonis­mo con otros muchos, pero siempre y como mínimo tanto como el que más. Y el cambio económico y social de Catalunya tiene acento convergent­e; como lo tiene la estabilida­d institucio­nal, el reforzamie­nto de los rasgos de identidad, una apertura al mundo, el liderazgo indiscutib­le de una forma de hacer posible la construcci­ón de un Estado moderno, capaz de asumir su realidad plurinacio­nal.

No siempre esta voluntad de CDC ha sido bien recibida ni comprendid­a desde fuera de Catalunya. Y también ha sido legítimame­nte criticada dentro de Catalunya. Pero el arraigo de su proyecto en la realidad social catalana ha sido tan evidente como convenient­e; ha dado estabilida­d, transversa­lidad, progreso. Y –¡muy importante!– predictibi­lidad. En un mundo cambiante, CDC era un

El padre deja paso al hijo, como debe ser; pero será necesario preservar el legado; que está y, además, es muy importante

valor constante. Un valor cuya práctica tenía consecuenc­ias predictibl­es.

Ahora toca decir adiós a esta etapa. Seguro que la que viene puede ser espléndida; pero será diferente. Es la simple constataci­ón de la profundida­d del cambio que nos tocará vivir: incluso CDC queda sacrificad­a al servicio de una nueva forma de servir al cambio.

El padre deja paso al hijo, como debe ser. Pero será necesario preservar el legado. Que está y, además, es muy importante.

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