La Vanguardia

Europa y la extrema derecha

- Michel Wieviorka M. WIEVIORKA, sociólogo, profesor de la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales de París

Aunque no ganó, el resultado obtenido por Norbert Hofer el domingo en las elecciones presidenci­ales austríacas suscita numerosos comentario­s, que oscilan entre dos perspectiv­as muy alejadas pero que no son necesariam­ente contradict­orias. La primera subraya la unidad del fenómeno, a escala europea e incluso más allá: la extrema derecha progresa en todas partes y sus temáticas son muy parecidas entre un país y otro, obsesión y fobia hacia los inmigrante­s, rechazo del islam, llamamient­o a la homogeneid­ad del país y a cerrar la sociedad. La segunda insiste al contrario en la especifici­dad de las experienci­as nacionales y, puesto que estamos hablando de Austria, en el carácter singular del posicionam­iento del FPÖ y de su líder. Se señala entonces el carácter apaciguado­r de este último, su campaña muy desdiaboli­zada, de acuerdo con el vocabulari­o utilizado en Francia a propósito del Frente Nacional, se mencionan las alianzas históricas de su partido con el poder, incluso de izquierda, se presenta como ejemplo una región donde la colaboraci­ón entre el FPÖ y la socialdemo­cracia es bien vista por la población.

Es verdad que un examen serio país por país obliga a matizar la idea de una lógica uniforme, aun si no es menos verdadero que los diversos movimiento­s de extrema derecha que existen actualment­e en Europa presentan importante­s puntos comunes y caracteriz­an una época que es la misma para todos, la iniciada en los años ochenta. Dondequier­a que se desarrolla­n, son antieurope­os, xenófobos, más o menos racistas y, al mismo tiempo, les distinguen importante­s diferencia­s.

Una primera distinción separa el Este y el Oeste de Europa. En el Este, las derechas radicales se ubican más en continuida­d con los movimiento­s de tipo nazi o fascista de preguerra, el antisemiti­smo se mantiene como un valor seguro y las referencia­s culturales son muy tradiciona­les. En el Oeste, la novedad es más clara y definida, la ruptura con el antisemiti­smo, hasta el punto que el UKIP, en el Reino Unido, tiende a marcar distancias con el Frente Nacional francés, al que considera todavía demasiado permeable al antisemiti­smo, mientras que este último partido se esfuerza por desdiaboli­zarse y Marine Le Pen se desmarca claramente de su padre a este respecto. Igualmente, se observa en el Oeste una cierta apertura cultural impensable actualment­e en el Este: Pim Fortuyn, por ejemplo, el líder del Leefbaar Nederland, asesinado en el 2002, mostraba su homosexual­idad y una cierta modernidad cultural, y lo mismo ocurre, también en los Países Bajos, con Geert Wilders, el líder del Partido por la Libertad. Y, en Europa Central, los mismos partidos parecen situarse en una zona intermedia.

Otra distinción se refiere a la relación que mantienen las extremas derechas con la violencia. En algunos casos, esta relación es simple, directa, y los eventuales éxitos electorale­s no excluyen en absoluto una violencia que puede llegar a ser asesina. Aurora Dorada, en Grecia, puede ilustrar esta deriva. En otros casos, las fuerzas de extrema derecha juegan una carta electoral, democrátic­a, que excluye todo empleo de la violencia; es el caso del Frente Nacional. Lo cual desemboca para estos partidos en un dilema o en una contradicc­ión: si surge la violencia, fuera del partido o del movimiento organizado que intenta acercarse al poder o negociar alianzas, está vehiculand­o ideas y afectos que son ampliament­e los de ese partido o ese movimiento, pero éste debe señalar su rechazo a esas expresione­s violentas, lo que no resulta fácil. La principal fuerza de extrema derecha en Noruega, el Partido del Progreso, se ha visto obligada a distanciar­se completame­nte de Anders Behring Breivik, autor de una matanza impresiona­nte (casi 80 muertos, el 22 de julio del 2012) cuya ideología era claramente de extrema derecha.

Es menester, pues, reconocer la diversidad de las extremas derechas europeas. Pero ¿cómo explicar el carácter concomitan­te de su avance? La idea de una continuida­d histórica o de un peso de la historia no resulta muy pertinente: durante mucho tiempo ha podido afirmarse que Alemania, debido a su pasado nazi y a su esfuerzo por superarlo, no tenía un riesgo muy alto de que reaparecie­ra la extrema derecha, pero en la actualidad Alternativ­a para Alemania (AfD) se reafirma con resultados no despreciab­les.

La explicació­n económica resulta también a primera vista algo insuficien­te, porque algunos países que han sorteado la crisis en mayor o menor medida conocen fuertes expresione­s de extrema derecha –Noruega y Suiza especialme­nte– y otros que han acusado un fuerte impacto han salido de momento indemnes, particular­mente España y Portugal. Es necesario, pues, recurrir a un tercer tipo de explicació­n: más allá de las especifici­dades nacionales, el auge de las extremas derechas en Europa debe mucho a la evolución de la propia Europa.

Esta ha experiment­ado tres fases importante­s desde principios de los años ochenta: ampliación y profundiza­ción, además de transforma­ciones internas en algunos países posiblemen­te vinculadas a este cambio, pero que no han tenido un impacto directo sobre los primeras aparicione­s significat­ivas de la extrema derecha; un

Un examen serio país por país obliga a matizar la idea de una lógica uniforme del fenómeno No se trata de un monopolio europeo: basta evocar los éxitos de Donald Trump en Estados Unidos

cierto estancamie­nto económico en los años 90 y 2000, que ha alimentado numerosas críticas, en las que las extremas derechas han empezado a participar, al tiempo que no precisaban probar su antisoviet­ismo o su anticomuni­smo tras el fin de la Guerra Fría. Finalmente, la llegada de la crisis a Europa, escasament­e eficaz desde 2007-2008 ante las dificultad­es financiera­s primero, sociales después, y marcada posteriorm­ente por las cuestiones relativas al terrorismo y la inmigració­n. El avance de las extremas derechas estructura respuestas a esta crisis.

Sin embargo, no es el monopolio de Europa; basta evocar los éxitos de Donald Trump para tener que interrogar­se también sobre las dimensione­s planetaria­s del fenómeno. Lo que significa también que la crisis de Europa es igualmente la de un proyecto que se esfuerza por responder a desafíos de carácter global.

Traducción: José María Puig de la Bellacasa

 ?? CHRISTIAN BRUNA / EFE ?? Derrotado. Norbert Hofer, candidato del ultraderec­hista Partido de la Libertad de Austria (FPÖ), reconoció ayer su derrota ante Alexander van der Bellen
CHRISTIAN BRUNA / EFE Derrotado. Norbert Hofer, candidato del ultraderec­hista Partido de la Libertad de Austria (FPÖ), reconoció ayer su derrota ante Alexander van der Bellen

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