La ONU busca en Estambul nuevas ayudas al desarrollo
Las oenegés temen que la cumbre se quede en meros discursos
“Pero en donde está el peligro, crece también la salvación”, que decía el poeta Hölderlin: una inédita Cumbre Humanitaria Internacional (WHS, por sus siglas en inglés) fue inaugurada ayer en el centro de Estambul. Todo bajo el auspicio de las Naciones Unidas y la batuta de su secretario general, Ban Ki Mun —con la llamativa ausencia, eso sí, de los cinco jefes de Estado de los miembros permanentes de su Consejo de Seguridad– y con un reto mayúsculo, por no decir inalcanzable ya en la casilla de salida: en apenas dos días diseñar de manera conjunta y por vez primera las estrategias necesarias para paliar el sufrimiento de al menos 125 millones de personas en todo el mundo.
La que no faltó a la cita, en cambio, fue la canciller alemana, Angela Merkel. O el primer ministro holandés, Mark Rutte, y sus homólogos griego, Alexis Tsipras, y libanés, Tammam Salam. Y con ellos cientos de líderes mundiales, diplomáticos, políticos —más de sesenta jefes de Estado y de gobierno entre ellos–. A los que hay que sumar varios miles de trabajadores humanitarios. En total, representantes de hasta 175 países.
Y todos juntos enfrentados a un dilema: ser conscientes de que el drama humanitario nunca ha alcanzado cotas tan desesperadas —60 millones de desplazados en la mayor crisis de refugiados de la historia, 125 millones de personas necesitadas de ayuda humanitaria– y al mismo tiempo, serlo también de que todos los discursos cargados de buenas intenciones al final puede que queden en nada debido a la ausencia de un compromiso real por parte de los gobiernos.
El dedo en la llaga ya lo había metido antes de comenzar la cita uno de los pesos pesados del sector humanitario: Médicos Sin Fronteras. Esta organización advirtió, después de desvincularse decepcionada de los trabajos previos, que la WHS estaba en peligro de convertirse en “una serie de declaraciones de buenas intenciones” que minimice “la responsabilidad de los estados” debido sobre todo al “carácter no obligatorio de los compromisos” que se acuerden.
Esta jarra de agua fría —secundada por Oxfam, la organización mundial líder en ayuda humanitaria de emergencia, que califica el encuentro como una “tertulia costosa”– se lanzó con el ánimo de hacer despertar a la necesidad de acuerdos vinculantes. Puede que haya tenido efecto. Sea como fuere, en su discurso de inauguración, Ban Ki Mun resumió las responsabilidades que se deben adquirir en una sola: “La inversión en la humanidad; la necesidad de buscar nuevas y mayores vías de financiación para la ayuda humanitaria y el desarrollo.” Sobre todo en situaciones de urgencia la situación es dramática y la brecha enorme. Por ejemplo, las Naciones Unidas tienen declarados a cuatro países —Yemen, Siria, Iraq y Sudán del Sur— como necesitados de máximo nivel. Pero según cifras de la propia ONU, en el 2014 apenas unos 540 millones de dólares (un 0,4% del presupuesto de ayuda humanitaria global) se gastaron en programas para reducir el riesgo de desastres a nivel global.
Por ello las llamadas a una mejor financiación se repetían ayer en Estambul. Merkel además aprovechó la cumbre para dejar claro, después de hablar con el anfitrión, el presidente turco Recep T. Erdogan, que el pacto acordado con Ankara para reducir el flujo de refugiados hacia Europa de momento sigue en pie.
Los jefes de Estado de los miembros fijos del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas no acuden a la reunión