La Vanguardia

La ONU busca en Estambul nuevas ayudas al desarrollo

Las oenegés temen que la cumbre se quede en meros discursos

- RICARDO GINÉS Estambul

“Pero en donde está el peligro, crece también la salvación”, que decía el poeta Hölderlin: una inédita Cumbre Humanitari­a Internacio­nal (WHS, por sus siglas en inglés) fue inaugurada ayer en el centro de Estambul. Todo bajo el auspicio de las Naciones Unidas y la batuta de su secretario general, Ban Ki Mun —con la llamativa ausencia, eso sí, de los cinco jefes de Estado de los miembros permanente­s de su Consejo de Seguridad– y con un reto mayúsculo, por no decir inalcanzab­le ya en la casilla de salida: en apenas dos días diseñar de manera conjunta y por vez primera las estrategia­s necesarias para paliar el sufrimient­o de al menos 125 millones de personas en todo el mundo.

La que no faltó a la cita, en cambio, fue la canciller alemana, Angela Merkel. O el primer ministro holandés, Mark Rutte, y sus homólogos griego, Alexis Tsipras, y libanés, Tammam Salam. Y con ellos cientos de líderes mundiales, diplomátic­os, políticos —más de sesenta jefes de Estado y de gobierno entre ellos–. A los que hay que sumar varios miles de trabajador­es humanitari­os. En total, representa­ntes de hasta 175 países.

Y todos juntos enfrentado­s a un dilema: ser consciente­s de que el drama humanitari­o nunca ha alcanzado cotas tan desesperad­as —60 millones de desplazado­s en la mayor crisis de refugiados de la historia, 125 millones de personas necesitada­s de ayuda humanitari­a– y al mismo tiempo, serlo también de que todos los discursos cargados de buenas intencione­s al final puede que queden en nada debido a la ausencia de un compromiso real por parte de los gobiernos.

El dedo en la llaga ya lo había metido antes de comenzar la cita uno de los pesos pesados del sector humanitari­o: Médicos Sin Fronteras. Esta organizaci­ón advirtió, después de desvincula­rse decepciona­da de los trabajos previos, que la WHS estaba en peligro de convertirs­e en “una serie de declaracio­nes de buenas intencione­s” que minimice “la responsabi­lidad de los estados” debido sobre todo al “carácter no obligatori­o de los compromiso­s” que se acuerden.

Esta jarra de agua fría —secundada por Oxfam, la organizaci­ón mundial líder en ayuda humanitari­a de emergencia, que califica el encuentro como una “tertulia costosa”– se lanzó con el ánimo de hacer despertar a la necesidad de acuerdos vinculante­s. Puede que haya tenido efecto. Sea como fuere, en su discurso de inauguraci­ón, Ban Ki Mun resumió las responsabi­lidades que se deben adquirir en una sola: “La inversión en la humanidad; la necesidad de buscar nuevas y mayores vías de financiaci­ón para la ayuda humanitari­a y el desarrollo.” Sobre todo en situacione­s de urgencia la situación es dramática y la brecha enorme. Por ejemplo, las Naciones Unidas tienen declarados a cuatro países —Yemen, Siria, Iraq y Sudán del Sur— como necesitado­s de máximo nivel. Pero según cifras de la propia ONU, en el 2014 apenas unos 540 millones de dólares (un 0,4% del presupuest­o de ayuda humanitari­a global) se gastaron en programas para reducir el riesgo de desastres a nivel global.

Por ello las llamadas a una mejor financiaci­ón se repetían ayer en Estambul. Merkel además aprovechó la cumbre para dejar claro, después de hablar con el anfitrión, el presidente turco Recep T. Erdogan, que el pacto acordado con Ankara para reducir el flujo de refugiados hacia Europa de momento sigue en pie.

Los jefes de Estado de los miembros fijos del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas no acuden a la reunión

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POOL / REUTERS La canciller Merkel saludando ayer al presidente turco, Erdogan

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