La Vanguardia

Lecciones ‘estelades’

- Rafael Jorba

C’est pire qu’un crime, c’est une faute” (es peor que un crimen, es un error). Esta sentencia de Antoine Boulay de la Meurthe –se atribuye a menudo a Fouché y Talleyrand– fue pronunciad­a tras la ejecución del duque de Enghien en 1804. Este noble francés había sido víctima de un proceso sin garantías auspiciado por Napoleón. La historia nos brinda ejemplos de decisiones erróneas que ilustran el mal hacer en política. En esta categoría se sitúa la concatenac­ión de errores de Mariano Rajoy sobre Catalunya. El último se produjo el miércoles pasado: la delegada del Gobierno en Madrid, Concepción Dancausa, prohibió la exhibición de estelades en la final de la Copa del Rey. Hizo una aplicación torticera de la ley contra la violencia en el deporte. El caso permite sacar algunas lecciones estelades, que no estelares.

Primera lección. No se puede prohibir lo que no nos gusta. Así se estableció ya en la Declaració­n de Derechos del Hombre y del Ciudadano: “Nada que no esté prohibido por la ley puede ser impedido” (artículo 5). Y así lo entendió el juez al aceptar un recurso contra la decisión de la delegada del Gobierno: “No se entiende (…) que la exhibición de banderas que manifiesta­n un sentimient­o o ideología pueda, en principio, constituir o generar ‘violencia, racismo, xenofobia, intoleranc­ia en el deporte’, siendo mera manifestac­ión de la libertad ideológica y del derecho a difundir libremente los pensamient­os, ideas y opiniones mediante

“Si usted tiene la fuerza, a nosotros nos queda el derecho”, escribió Victor Hugo; sería un error olvidar este principio

la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducci­ón (art. 20.1 CE)”.

Segunda lección. El juez fundamentó su auto en la libertad de expresión, de opinión e ideología salvaguard­ada por la Constituci­ón (artículo 20.1) y en el valor del pluralismo político que ampara también la Carta Magna (artículo 1.1). En un momento en el que unos actúan como si sólo existiera la ley y otros como si la ley no existiera, es bueno recordar que el Estado de derecho es la garantía frente a la arbitrarie­dad. Y lo es, sobre todo, para los ciudadanos, con independen­cia de credo político y pertenenci­a territoria­l. “Si vous avez la force, il nous reste le droit” (si usted tiene la fuerza, a nosotros nos queda el derecho), escribió Victor Hugo. El peor error que puede cometer el independen­tismo es olvidar este principio.

Tercera lección. Las entidades que velan por el llamado proceso encargaron el viernes 10.000 banderas escocesas para repartirla­s como sucedáneo de las estelades en el estadio Vicente Calderón. Horas después, al conocerse el auto del juez, tuvieron que hacer marcha atrás. ¿No hubiese sido mejor repartir 10.000 senyeres? Es decir, la bandera de Catalunya que define el artículo 8.2 del Estatut: “La tradiciona­l de las cuatro barras rojas en fondo amarillo”. Cada cual es libre de esgrimir la estelada donde le plazca, pero no así que algunos ayuntamien­tos catalanes arríen la senyera (bandera de todos) para izar la estelada (bandera de parte).

Moraleja. Las banderas no son comestible­s y la historia nos enseña que resultan indigestas. Ahora han sido también el señuelo para distraer la atención de los males de España, Catalunya incluida.

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