Lecciones ‘estelades’
C’est pire qu’un crime, c’est une faute” (es peor que un crimen, es un error). Esta sentencia de Antoine Boulay de la Meurthe –se atribuye a menudo a Fouché y Talleyrand– fue pronunciada tras la ejecución del duque de Enghien en 1804. Este noble francés había sido víctima de un proceso sin garantías auspiciado por Napoleón. La historia nos brinda ejemplos de decisiones erróneas que ilustran el mal hacer en política. En esta categoría se sitúa la concatenación de errores de Mariano Rajoy sobre Catalunya. El último se produjo el miércoles pasado: la delegada del Gobierno en Madrid, Concepción Dancausa, prohibió la exhibición de estelades en la final de la Copa del Rey. Hizo una aplicación torticera de la ley contra la violencia en el deporte. El caso permite sacar algunas lecciones estelades, que no estelares.
Primera lección. No se puede prohibir lo que no nos gusta. Así se estableció ya en la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano: “Nada que no esté prohibido por la ley puede ser impedido” (artículo 5). Y así lo entendió el juez al aceptar un recurso contra la decisión de la delegada del Gobierno: “No se entiende (…) que la exhibición de banderas que manifiestan un sentimiento o ideología pueda, en principio, constituir o generar ‘violencia, racismo, xenofobia, intolerancia en el deporte’, siendo mera manifestación de la libertad ideológica y del derecho a difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante
“Si usted tiene la fuerza, a nosotros nos queda el derecho”, escribió Victor Hugo; sería un error olvidar este principio
la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción (art. 20.1 CE)”.
Segunda lección. El juez fundamentó su auto en la libertad de expresión, de opinión e ideología salvaguardada por la Constitución (artículo 20.1) y en el valor del pluralismo político que ampara también la Carta Magna (artículo 1.1). En un momento en el que unos actúan como si sólo existiera la ley y otros como si la ley no existiera, es bueno recordar que el Estado de derecho es la garantía frente a la arbitrariedad. Y lo es, sobre todo, para los ciudadanos, con independencia de credo político y pertenencia territorial. “Si vous avez la force, il nous reste le droit” (si usted tiene la fuerza, a nosotros nos queda el derecho), escribió Victor Hugo. El peor error que puede cometer el independentismo es olvidar este principio.
Tercera lección. Las entidades que velan por el llamado proceso encargaron el viernes 10.000 banderas escocesas para repartirlas como sucedáneo de las estelades en el estadio Vicente Calderón. Horas después, al conocerse el auto del juez, tuvieron que hacer marcha atrás. ¿No hubiese sido mejor repartir 10.000 senyeres? Es decir, la bandera de Catalunya que define el artículo 8.2 del Estatut: “La tradicional de las cuatro barras rojas en fondo amarillo”. Cada cual es libre de esgrimir la estelada donde le plazca, pero no así que algunos ayuntamientos catalanes arríen la senyera (bandera de todos) para izar la estelada (bandera de parte).
Moraleja. Las banderas no son comestibles y la historia nos enseña que resultan indigestas. Ahora han sido también el señuelo para distraer la atención de los males de España, Catalunya incluida.