Hoy hace un año
Hoy hace un año Ada Colau ganó el Ayuntamiento de Barcelona. Cuando se repasan los números de la jornada, parece mentira que la distancia fuese tan corta: la activista Colau ganó por sólo 17.409 votos. La diferencia respecto a Xavier Trias fue muy pequeña, pero, paradójicamente, cuajó una profunda sensación de cambio. Pareció como si fuera a producirse un antes y un auténtico después o, para decirlo con la expresión que usaba Joan Tàpia en su artículo de anteayer en El Periódico, se sintió que la política catalana estaba sufriendo un tsunami.
La victoria de los comunes, imprevista, como un daño colateral, introdujo una variable no controlable en el proceso soberanista tal como se había ido desarrollando hasta entonces. Porque como mínimo en el Cap i Casal, en la tesitura de optar por la papeleta de la ruptura, se prefirió apostar por los que se habían dotado de un discurso que trascendía el pleito territorial planteando una impugnación general al sistema. Derecho a decidir, claro, pero para decidirlo todo. A efectos electorales, pues, el desafío independentista no era ya la única propuesta de impugnación al Estado en crisis que podía ser mayoritaria en Catalunya; así se evidenciaría, aún con más fuerza, en las elecciones generales de diciembre, con un resultado que dudo que se haya ponderado lo bastante.
Desde aquel 24 de mayo del 2015, el movimiento anteriormente denominado Convergència Democràtica va a la deriva. Su rumbo desconcertante lo acentuó el 27-S. La victoria independentista fue clarísima, sin duda también un antes y un después, pero sin embargo, a pesar de la munición mediática y movilizadora que se había activado en todos los frentes, el plebiscito se perdió. En lugar de asumir que el anhelado mandato democrático debía quedar momentáneamente en suspenso, se persistió en el simulacro fiándolo todo a la carta rupturista de la CUP. Y esta táctica, más que reforzar a los convergentes, todavía ha desnaturalizado más su capital político ampliamente apoyado y que habían acumulado durante décadas. Hasta que no consiga invertir esta dinámica, Convergència sólo podrá ser un actor nominado a candidaturas secundarias.