Batalla tecnológica en la selva
Una tribu logra el reconocimiento de su territorio gracias al uso del GPS
El abrazo de la serpiente, la elogiada película colombiana que analiza el choque de culturas entre indígenas amazónicos y blancos occidentales, incluye una escena clave. El científico Theodor Koch-Grünberg que viaja por la selva amazónica a primeros del siglo XX guiado por el chamán Karamakate, trata de recuperar sin éxito una brújula que le ha quitado un jefe indígena. “Si aprenden a usar la brújula, sus conocimientos de las estrellas y los vientos se perderán”, se lamenta el alemán. Karamakate, responde : “No puedes prohibirles aprender. El conocimiento es de todos”.
Como todo en la fascinante película de Ciro Guerra, la escena plantea un debate muy actual y relevante para los indígenas del Amazonas en estos momentos de lucha para proteger su existencia contra los grandes proyectos de infraestructura, la minería y la agroindustria. Al mismo tiempo deben contrastar percepciones románticas –muy comunes en las ciudades que crecen como la espuma en el Amazonas como Manaos, o Santarém– del exótico “salvaje puro” cuya vida es incompatible con la vida moderna.
“La imagen idealizada del indígena en su estado puro es una idea nuestra ; no es suya: ellos no quieren vivir como hace 100 años”, dijo Guerra en una entrevista. Pero, a la hora de decidir qué modelo de desarrollo y qué tecnologías hay que adoptar, “las comunidades que habitan el territorio deberían ser las que deci-
dan. Estan allí desde hace siglos sin sobrepoblación, sin contaminación, sin agotar los recursos. Tienen conocimientos que deberían ser respetados”, explica.
La compleja relación entre los indígenas y las tecnologías modernas se manifiesta en la lucha de los mundurukú, una tribu de más de 10.000 personas que viven en varias comunidades a orillas del río Tapajós a unos 350 kilómetros de Manaos contra un megaproyecto hidroeléctrico que inundaría parte de su territorio, incluidos varios lugares sagrados.
El año pasado, los mundurukú aprovecharon las últimas tecnologías de GPS para demarcar su territorio con el fin de reivindicar sus derechos ante la Constitución brasileña que prohíbe expulsar a los indígenas de su tierra. “Algunas tecnologías están reinventadas cuando las usan los indígenas como las redes de ordenadores, el GPS o los dispositivos móviles”, dice Fernanda Moreira, que termina una tesis doctoral en su base en Itaituba donde apoya la campaña de los mundurukú.
La Fundación Nacional del Indio, (FUNAI), responsable de la defensa de los derechos de los indígenas, había suspendido su propia demarcación del territorio mundurukú (unas 170.000 hectáreas) bajo presiones del Ministerio de Energía del gobierno de Dilma Rousseff, que impulsaba la construcción de una megapresa en São Luiz do Tapajós.
Tras hacer su propia demarcación usando los mapas del Funai filtrados por sus aliados en la fundación, los mundurukú cosecharon el mes pasado una importante victoria. Primero, el Funai publicó un informe que aconseja el reconocimiento oficial del territorio demarcado por los mundu- rukú con sus aparatos GPS. Luego, el Instituto Brasileño de Medio Ambiente (Ibama) anunció que suspendería la licencia medioambiental para el proyecto hidroeléctrico por “la inviabilidad del proyecto debido al factor indígena”.
Existe un plazo de 90 días desde la publicación del informe de demarcación del Funai en abril. Luego el Ministerio de Justicia debe tomar una decisión final.
Antes de su destitución, Rousseff intentó tender puentes a las comunidades indígenas al reconocer varios territorios después de apoyar un modelo de agresivo desarrollismo en Amazonas.
Ahora, el Gobierno del nuevo presidente conservador Michel Temer, puede revocar la suspensión. “Con el nuevo Gobierno no hay claridad respecto a lo que pasará”, dijo Brent Millikan de la oenegé Rivers Watch.
Muchos de los nuevos ministros provienen del grupo ruralista en el Congreso, financiado por el lobby agroindustrial que necesita la mega presa para crear rutas fluviales para transportar soja y carne desde Mato Grosso hasta el puerto de Belém, más de 1.000 kilómetros al noroeste. El nuevo ministro de agricultura, Blairo Maggi, conocido como el rey de la soja, tiene una de las empresas agroindustriales más grandes de Brasil, responsable de destruir miles de hectáreas de selva.
Los mundurukú no han cantado victoria. En el último mes, tres de ellos han viajado a Alemania, Austria y Estados Unidos para intentar reunirse con los ingenieros de multinacionales que pueden participar en el proyecto hidroeléctrico: Voith Hydro (una filial de Siemens) Andritz Hydro y General Electric. Iberdrola y Mapfre han mostrado interés en el proyecto aunque Enel Brasil, exsocio de Endesa, se ha retirado.
Estas empresas “hablan de desarrollo y tecnología sostenible”, dijo Jairo Saw Mundurukú antes de viajar a Los Ángeles con el fin de hablar con representantes de General Electric. “Pero las turbinas que fabrican facilitarán la destrucción del Amazonas”.
Antes de ser destituida, Rousseff tendió puentes al reconocer varios territorios nativos