La actriz Loubna Abidar rehace su vida exiliada en París
“Marruecos no está preparado para la democracia”, dice en su libro Loubna Abidar, hoy exiliada pero libre, en París
“De mayor quiero ser puta”. La niña de seis años recibe un bofetón del tío. Y es rechazada cuando busca consuelo en el regazo de la abuela. ¡Pero si es la abuela la que cada vez que salen bellas actrices en la televisión las desprecia con un gesto y susurra: “Todas putas”!
“Yo no conocía la palabra actriz”, cuenta Loubna Abidar en La dangereuse (La peligrosa, Stock), la biografía escrita con la periodista Marion Vanterghem, ya en librerías francesas. No se vende, en cambio, en Marruecos, su país, del que fue desterrada por haber interpretado a una prostituta en Much loved, película prohibida en Marruecos que fue seleccionada –y ovacionada– en la quincena de realizadores de Cannes 2015. Y premiada en otros dos festivales, en los que Abidar, de 30 años, ganó el lauro a la mejor actriz.
“En Marruecos mi apellido es ahora sinónimo de prostituta”, lamenta. Todo empezó en Cannes, hace un año. El día en que iba a pisar la alfombra roja del Palacio de Festivales, del brazo de Nabil Ayouch, el director del filme, Loubna tuvo un despertar amargo: “Abrí mi página Facebook y no lo creía: los amigos de mi cuenta compitiendo en imaginar formas de matarme. Y, escandalizados por un taco que pronuncio en la película, revisan su árabe y su francés para tirar de los insultos más barrocos”. Un vídeo muestra una manifestación en Rabat contra la película, contra Nabil, contra ella: “Sobre mis fotos, comentarios innobles y fragmentos de la película, manipulados con otros de filmes porno”.
Pero la pesadilla acaba de empezar. “De regreso a casa, me encierro. Un día, en un armario, encuentro el burka que utilicé en otra película. Pero por lo menos así puedo salir. Cuando Bernardo (su marido) está ocupado, me sacan un par de amigos. La escena es surrealista: ellos con camisa y vaqueros, yo sólo ojos. Comemos keftas sin bajar del coche. Pero termina mal: tras darme ánimos, uno de los dos me dice ‘reconoce que has exagerado con ese papel’. Vuelvo a casa en lágrimas”.
Seis meses después de Cannes, una tarde de noviembre, Loubna baja del tren en Casablanca. Al salir de la estación, tres hombres se la llevan en coche. La golpean y la abandonan en la calle ensangrentada, las cejas partidas. Tres clínicas la rechazan. En la comisaría se burlan: “Abidar –le grita un policía–, por fin estás aquí. ¡Oh! te han golpeado. Dime que por lo menos te violaron”.
“Me refugié en casa de una amiga, sin registrar la denuncia ni ser admitida en un hospital. Luego pensé que mis agresores eran policías porque nadie sabía que iba a Casablanca. Salvo si habían escuchado mi teléfono. Cuando las heridas cicatrizaron me despedí de Bernardo y de Luna (la hija) y me instalé en París”.
Loubna Abidar, que conoció el sexo con 9 años, casada con 16, golpeada por su padre y por dos maridos sucesivos, se regenera en París. La ministra de Cultura le obtuvo los documentos para que su marido y su hija se reúnan con ella. Michael Haneke le ha prometido un papel. Y tiene un proyecto de una película belga y otra francesa. No regresará. “En mi mundo se instaló el invierno árabe; los barbudos dictan reglas que ellos no siguen, como los que me golpeaban entre dos tragos. Por eso ahora digo si ana (yo, en árabe) quiere y no si Alá quiere. Y me gustaría que todas las mujeres pensaran como yo, que fueran libres”. En su libro asegura: “Vengo de un pueblo crecido en el miedo. No está preparado para la libertad y la democracia porque necesita temer a un jefe o a un Dios. Yo perdí el miedo; quiero abrirme a otras culturas”.
La intérprete marroquí huyó de su país en el 2015 tras ser agredida por hacer de prostituta en ‘Much loved’