Un tranvía de pasiones
Un debate organizado por el RACC muestra las insalvables diferencias entre partidarios y detractores de prolongar los raíles por la Diagonal
Entonces Pere Macias, el recientemente designado por el Ayuntamiento de la alcaldesa Ada Colau como director de estrategia de conexión de las dos líneas del tranvía, quiso templar los recalentados ánimos de la sala, rebajar el tono de la discusión, y le dijo José Antonio Acebillo, el que fuera el más relevante arquitecto de tantos gobiernos socialistas de Barcelona, a uno de los más fervientes detractores de extender este medio de transporte a través de la avenida Diagonal, que todos podemos ser muy vehementes, “y luego nos tomaremos una copa y todos seremos aún más vehementes, pero”... Pero Acebillo interrumpió a Macias y le dijo que luego no se pensaba tomar ninguna copa. “Además, yo no soy nada vehemente”, subrayó, claramente ya en plan puñetero. El escenario de esta escena fue el intenso y en ocasiones enconado debate sobre el tranvía y la Diagonal celebrado ayer en la sede del Reial Automòbil Club de Catalunya (RACC).
En ese momento a Macias se le frunció el ceño, se le agotó la paciencia y se le deshizo ese talante conciliador tan propio de los representantes institucionales. “Pero, como decía, lo que no podemos hacer es faltar a la verdad –le recriminó muy serio el exconseller, adoptando una postura de contraataque–, y la verdad es que apenas un uno por ciento de los coches que entran en la Diagonal por Francesc Macià llegan hasta Glòries”. Es que Acebillo acababa de decir que el desvío del tráfico que implicaría tender los raíles por la Diagonal supondría una hecatombe, especialmente en la calle Mallorca. Acebillo lo dijo con otras palabras, pero lo dijo, y de un modo muy vehemente. En Mallorca, continuó, los niños respirarán un aire inusitadamente contaminado. A Macias lo dejaron un tanto desarropado en su primera aparición pública como defensor del gran proyecto. Los murmullos del numeroso público iban en otro un sentido. Además, entre el respetable se encontraban numerosos representantes de la oposición municipal, sobre todo de CiU, con Xavier Trias al frente, y ninguno de BComú.
Quién dijo que un debate de tres horas sobre las diferentes alternativas para unir las dos líneas del tranvía tenía que ser aburrido, que no se puede hablar de un modo apasionado, si cabe épico, sobre las dimensiones de las paradas, las prioridades semafóricas de los cruces, la proporción de espacio público secuestrado por la infraestructura en relación a los huecos que dejarán libres los coches que ya no tendrán que circular... Así se manifestó en este debate. Porque prolongar el tranvía por la Diagonal es una obra de difícil vuelta atrás cuyas consecuencias se expandirán por toda la ciudad.
Ayer, en el RACC, no faltó de nada. Siquiera insinuaciones propias de la teoría de la conspiración. De dónde proceden los números, hacía qué lado se inclinan los técnicos y las consultorías que cuentan los coches , ¿hacia el que está más cerca de los intereses de sus jefes y clientes? ¿Y acaso los intereses de los portadores de la voluntad popular son siempre el bien común? “¿Qué planes estamos siguiendo? –se preguntó el catedrático de Economía Aplicada de Universitat de Barcelona Germà Bel– ¿los que preveían que un montón de aviones en el aeropuerto de Lleida? Confundir herramientas y objetivos es más propio de la religión que de la economía. Los tranvías sirven para conectar periferias y estaciones de metro”. En este sentido, y considerando el papel histórico y social de la Diagonal en la ciudad, el periodista Lluís Permanyer se preguntó quién querría semejante artefacto en el salón de su casa.
Macias no estuvo solo ante el peligro. El catedrático emérito responsable de proyectos de transporte de la Universitat Politènica de Catalunya, Jaume Barceló, y el director de la consultoría de movilidad, Andreu Ulied, se mostraron partidarios de hacer pasar el tranvía por la Diagonal, al menos de considerarlo y trabajarlo aún más. Entienden que este proyecto puede contribuir a mejorar la movilidad del área metropolitana, a reducir la contaminación, a modernizar Barcelona. El tranvía ya no es aquel trasto del XIX. Urbes como Londres y París estudian ampliar sus raíles... aunque no en pleno centro. Pero apostar por el tranvía es más arriesgado que no hacerlo. Y cuesta mucho más mostrarse vehemente. Las posibles consecuencias de este proyecto calientan cualquier debate.