“Mi nazismo es el de los caballeros muertos”
Si hay una parte difícilmente digerible en Cirlot es la de sus simpatías con el fascismo –que también tuvieron otros escritores y artistas–. En su caso, en concreto, sintió afinidad “con la corriente esotérica del fascismo, llegando a colaborar esporádicamente en la revista prohitleriana Cedade y demandar la libertad para Rudolf Hess”, lo que, para Rivero Taravillo, “no disuena en un poeta maldito y heterodoxo hasta la médula”. En una carta a Carlos Edmundo de Ory se refiere a “mi relativo militarismo, mi relativa admiración por el mundo nazi y sus divisiones blindadas” aunque luego en otra carta matice que “en absoluto apruebo los crímenes de aquel movimiento y su régimen”. Para el biógrafo, es una atracción simbólica: “Mi nazismo es el nazismo de los muertos, de los caballeros de la Cruz de Hierro que han ido a confundirse bajo las hierbas con los restos de los caballeros teutónicos del siglo XIII y XIV (...). Nunca sería de un nazismo viviente y menos triunfante”. para él, hijo de militar que idealizaba el ejército”, y episodios más divertidos, como los años en que vivió en un piso de La Pedrera. Hay también un capítulo, entre místico y chusco, dedicado a Carcasona, pues su fugaz viaje a esta ciudad fue “una especie de episodio iniciático fallido, no encuentra aquello que estaba buscando, y acaba con una herida en la mano por culpa de la bombilla, en lo que ve resonancias con el rey herido de la literatura del Grial. Todo lo ve bajo el prisma de la trascendencia... y a la vez era nihilista”.
Apologista del arte abstracto, fue amigo de Eugenio d’Ors y a la vez formó parte del grupo Dau al Set, donde a priori no parecería encajar, pero “el nombre del grupo viene como anillo al dedo para calificarlo a él, el séptimo de un grupo compacto de seis, causaba cierto rechazo a los demás, pero él estuvo muy a gusto y ayudó a lanzar y promocionar a los artistas del grupo. Necesitaba el afecto humano del grupo, un poco de compañía, porque sabía que su singularidad irreductible lo apartaba de lo social”. En concreto, con
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“El articulismo le hizo canalizar ideas que en la poesía no podía plasmar”
Joan Brossa “choca porque eran los únicos poetas, dos gallos en un mismo corral. Cirlot hablaba los dos idiomas, pero su lengua era el castellano, mientras que el resto eran militantes catalanistas”. Lo que no impidió que fuera el que más artículos publicara en la revista Dau al Set.
En cuanto a los surrealistas, “se da el caso insólito de rechazo al mismísimo Breton, porque Cirlot fue siempre anticomunista. Se produjo un episodio rocambolesco en un café de París, que los surrealistas vieron complacidos como un espectáculo genuinamente de su cuerda, el colmo del acto perturbador, pero en el que sin embargo Cirlot estaba siendo sincero”.
La Vanguardia –donde escribió más de cien artículos entre 1961 y 1971 y coincidió con su amigo Juan Ramón Masoliver– le hizo “canalizar ciertas preocupaciones que en la poesía no podía plasmar. Sus críticas de cine, no pensadas para el gran público, incorporan comentarios cultos, sus interpretaciones”.
El libro contiene fragmentos de la correspondencia que se conserva en el MNAC, así como del archivo de Carlos Edmundo de Ory y poemas desconocidos. El volumen incorpora la publicación, este 2016, de la novela Nebiros, escrita en 1950 pero censurada por ser de “una moralidad grosera” y “repugnante”.