La importancia de ganar así
De tantas victorias y tan sobradas en los últimos años, el barcelonismo corría el riesgo real de aburguesarse, de dejarse atrapar por algunos tics que delataban cierta propensión a caer en un complejo de superioridad repelente, traducido en el ninguneo de otros tipos de fútbol, como si estos no pudieran existir y no fueran, en realidad, necesarios para reafirmar el estilo propio. La final del Calderón contra el Sevilla rescata un aspecto pegado al fútbol desde su invención, el del sufrimiento previo a la victoria, aunque en el Barça contemporáneo apenas se haya experimentado con él. Quien desprecie la épica o la considere incompatible con la defensa a ultranza de un fútbol descontaminado de emociones y sólo defendible desde la estética, deberá lobotomizarse para arrancar de la memoria momentos tan irrepetibles como la final de Basilea, el milagroso gol de Bakero en Kaiserslautern, el de Koeman en la prórroga de Wembley o el catártico de Iniesta en Stamford Bridge. Nunca fueron esos partidos perfectos, pero sí más inolvidables que otros que sí lo parecieron. Abrazarse a la heroica por costumbre denota debilidad pero hacerlo de vez en cuando purifica, sirve de exorcismo, refuerza la unión de los jugadores entre ellos y consolida el vínculo hacia el exterior con la afición, orgullosa cuando ve a Iniesta zigzaguear con elegancia levitante, pero también cuando fuerza todo su cuerpo para recuperar un balón; cuando observa a Messi enviar pases en huecos imposibles, pero también cuando corre hacia atrás rebelándose contra una pérdida de pelota.
El Barça de Luis Enrique ha acabado la temporada con un ejercicio de resistencia poco habitual forzado por las circunstancias del juego, descubriendo virtudes ocultas que nunca antes le fueron demandadas. Y es hoy un equipo mejor. Más completo.
También lo es por detalles imperceptibles, como el vivido por José Manuel Lázaro, que deja voluntariamente de hacer las funciones de responsable de prensa para el primer equipo. Los jugadores, conscientes de su adiós, le empujaron a salir al césped para saltar y gritar como todos. Ese detalle también les hace mejores.