La historia de América vive en las calles de Santo Domingo
Con el mar Caribe al frente y el río Ozama en el flanco oriental de su centro histórico, Santo Domingo, la capital de la República Dominicana, es una de las ciudades más acogedoras de Centroamérica. La historia la ha convertido en un eje aglutinador de todas las leyendas y mitos de América, desde que Cristóbal Colón pisara estas tierras en 1492 y bautizara toda la isla como La Española. Tierra de los indios taínos que habitaban el Caribe, fue el primer asentamiento europeo en el continente y sede del gobierno colonial español en el Nuevo Mundo.
Con este pedigrí, no será difícil convencer al visitante de que se calce unos zapatos cómodos para patear Santo Domingo a sus anchas y, sobre todo, la Ciudad Colonial, declarada por la Unesco Patrimonio de la Humanidad. Es el centro histórico, y está formado por una cuadrícula de dieciséis pequeñas calles y callejuelas adoquinadas, donde tiendas, cafés y museos abarrotan cada palmo de ellas.
DE RUTA POR LA CIUDAD VIEJA
Un buen lugar para iniciar el recorrido es el convento de los Dominicos, del siglo XVI, que se convirtió en la primera universidad de América. La siguiente parada sería el alcázar de Colón, un palacio de estilo gótico y renacentista construido por el hijo del descubridor en 1512 y la residencia virreinal más antigua de América. Pero si queréis conocer la primera estructura militar permanente construida por los españoles en América, a principios del siglo XVI, llevad vuestros pasos hasta la fortaleza Ozama, una abigarrada construcción inexpugnable, donde tendréis una impresionante vista del río si os animáis a subir hasta la plataforma de vigilancia. Un paseo más y estaréis en la catedral de Santo Domingo. Sus muros guardan la historia de los últimos quinientos años, y no deberíais perderos el techo gótico y las pinturas al óleo del período colonial. Tras la visita, podéis tomaros un respiro e ir hasta el parque de Colón, justo al lado, o visitar el jardín botánico, un lugar exuberante que se jacta de ser el más grande y mejor cuidado de Centroamérica y el Caribe.
Para terminar la jornada, no hay nada mejor –estamos en el Caribe– que pasear por el malecón ,un largo bulevar que, durante el ocaso, resulta ser un magnífico observatorio de la vida cotidiana de la ciudad.
Tras la visita a Santo Domingo, y para una jornada de descanso, vale la pena hacer una excursión hasta las famosas arenas de Punta Cana, aunque hay otras playas más cerca de la capital y también maravillosas, como las de Guayacanes y Juan Dolio; o dejarse llevar por la maravillosa naturaleza de las cuevas de Pomier, las más grandes del Caribe. La gastronomía del país, rica en sabores, es otra experiencia que hay que vivir, y existen decenas de buenos restaurantes en la capital que os ofrecerán un riquísimo menú tradicional. Tampoco el alojamiento será ningún problema, porque muchos de los hoteles acaban de ser remodelados y hay propuestas nuevas, como el Embassy Suites o el JW Marriott, que abre este agosto.
Porque Santo Domingo es una ciudad para dejarse mimar en sus hoteles, vivir la historia y descubrir los grandes secretos del Caribe.
LAS CALLES EMPEDRADAS D EL CENTRO Y LA PRIMERA CATEDRAL D EL NUEVO MUNDO N OS RECUERDAN EL PASADO COLONIAL