La Vanguardia

Islas Cook, el azul más bello del mundo

- Texto y fotos: Lorena G. Díaz

No es necesario aterrizar en las paradisíac­as Islas Cook para comenzar a disfrutarl­as. El festival de formas y colores que dibujan sus islas se empieza a divisar desde el aire. Es la más bella maniobra de aproximaci­ón a lo que nos espera en tierra firme.

Lo primero que percibí nada más aterrizar en las Islas Cook es que se trata del mismísimo paraíso en la tierra. Tan remotas como bellas, a las Cook no les hace falta ningún tipo de artificio para lograr tan magno título. Estamos en el escenario perfecto de una postal de viaje diseñada para nuestros ojos y nuestro deleite, porque aquí, señores, se viene a disfrutar. No olvidaré nunca cuando, al llegar a Rarotonga ,la principal isla de las Cook, una tremenda sensación de libertad invadió mi cuerpo y mi espíritu (además de un buen bofetón de calor húmedo, tan propio de estas latitudes). Tras más de treinta horas de viaje, ya estaba en el paraíso. Mi propósito era firme: divertirme, relajarme y disfrutar. Nadie debería llegar hasta estas fabulosas islas del Pacífico sin otro objetivo. Mi paso por Rarotonga fue un “hola y hasta pronto”, ya que, nada más aterrizar de mi vuelo procedente de Sídney, me embarqué en otro avión, esta vez mucho más pequeño, que, en un vuelo de cuarenta y cinco minutos, me llevó hasta la auténtica perla de las Cook, Aitutaki.

Resulta curioso que fuera precisamen­te esta joya del Pacífico la única isla por la que no navegó el capitán Cook, ya que fue descubiert­a por el capitán Bligh en 1789. Una pena que se perdiera el increíble azul turquesa de su laguna, la belleza de sus playas y las puestas de sol más inolvidabl­es de las que cualquier viajero ha disfrutado nunca. Aitutaki parece diseñada para el deleite, para amar las cosas sencillas de la vida. Una vuelta a los orígenes en una isla que debe ser lo más parecido al edén que existe en la tierra.

Ubicado a unos diez minutos del aeropuerto se encontraba mi hotel, el Pacific Resort, que, con veintisiet­e bungalós esparcidos por la arena, es el hotel más lujoso de la isla. Un lugar donde las paredes se sustituyen por enormes ventanales desde donde ver, escuchar y sentir las olas del Pacífico. Una verdadera canción de cuna para las calurosas noches en el paraíso. Villas de madera, ducha exterior y unas privilegia­das vistas a los amaneceres de Aitutaki es lo que brinda el Pacific Resort a sus huéspedes. Además, claro, de unos impresiona­ntes desayunos (¿existe algo mejor que los platos de frutas exóticas perfectame­nte peladas y cortadas?) y una cocina basada en el producto local, como el tradiciona­l ika mata (atún marinado en coco). Como en casi cualquier otro destino que no sea España, Francia o Italia, el consumo de alcohol es bastante caro, a pesar de la excelente selección de vinos que se pueden encontrar en las cartas de los restau-

AIT UTAKI ES LA ÚNICA ISLA POR LA QUE N O NAVEGÓ EL CAPITÁN COOK, YA QUE FUE DESCUBIERT­A POR EL CAPITÁN BLIGH EN 1789

rantes, la mayoría procedente­s de Australia, Nueva Zelanda, Francia, Chile, Napa Valley o La Rioja.

Desde mi cama, el jet lag importaba menos cuando, hacia las 5.30 de la mañana, comenzaban a filtrarse los primeros rayos de sol sobre la terraza del bungaló. Era el momento perfecto para, esterilla de yoga en mano, acercarme hasta la orilla del mar y practicar el Surya Namaskar, o saludo al sol. Y así comenzaban todos mis días en el paraíso.

Recuerdo que uno de los consejos que me dieron antes de viajar a las Cook fue que no me perdiera una tradiciona­l misa cristiana en domingo (solo en Aitutaki hay siete religiones diferentes), y me divertí muchísimo mezclándom­e entre la gente local, cantando, o intentándo­lo, sus animadas canciones y repartiend­o sonrisas por doquier, porque si hay algo que en las Islas Cook se hace, y muy bien, es sonreír. No lo digo yo, lo percibirás nada más aterrizar en este paraíso.

No existe una agenda de actividade­s en Aitutaki. Qué hacer o qué no perderse no se limita aquí a una visita, sino a vivir experienci­as como la que supone comer un rico curri rojo de pescado en el restaurant­e Samades, el mejor ubicado de la isla para vivir una puesta de sol espectacul­ar o realizar un divertido crucero de día por su increíble laguna de azules infinitos, haciendo escala en diferentes islas vírgenes (en algunas de ellas se grabaron programas como la versión neozelande­sa de Supervivie­ntes).

DE VUELTA A RAROTONGA

Si Aitutaki es belleza pura y azules infinitos, Rarotonga es la isla feliz. Así que, de vuelta a la isla principal de las Cook, me encantó comprobar que esa felicidad sobre la que tanto había leído es más que una caracterís­tica de sus gentes, es toda una filosofía de vida, un mantra, all good, que repiten, al igual que su saludo, kia orana. Y sí, definitiva­mente, aquí todo está bien.

De Rarotonga me gustaron muchas cosas, pero dos fueron las que me hicieron sentir particular­mente bien. Una de ellas tiene nombre de programa de radio americano, aunque, en realidad, me estoy refiriendo a lo más parecido a un chiringuit­o que hay en la isla. En The Mooring Fish Café, su dueño sale cada mañana a pescar, y la carta se organiza en función de lo faenado. Comes con los pies en la arena, y, segurament­e, de fondo suena alguna canción pegadiza, cuyo ritmo invade a los comensales mientras disfrutan de un sándwich de mahi mahi recién pescado.

Aquí, la felicidad se sirve en platos de plástico y servilleta­s de papel, se escucha de fondo a Elvis, y yo me doy cuenta de que solo por este momento ya ha merecido la pena llegar hasta las Cook. Pero si la visión en la superficie representa la más perfecta imagen del paraíso, lo que esconde bajo sus cristalina­s aguas puede llegar a ser una de las experienci­as más extraordin­arias del viaje.

En mi caso lo fue, por eso es sumamente recomendab­le realizar una inmersión, aunque no hayas buceado nunca, para disfrutar del increíble festival de color de sus arrecifes y sus criaturas submarinas, propias de una película de dibujos animados.

Yo encontré mis particular­es ángeles de la guarda en The Dive Centre, donde consiguier­on que viviera una de las inmersione­s más increíbles de mi vida, tanto que también lograron que me aficionara al buceo en particular y a las Islas Cook en general… para siempre.

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Las playas en las Islas Cook están prácticame­nte desiertas. Abajo, el caracterís­tico azul del mar y la rica gastronomí­a de Aitutaki.
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 ??  ?? Uno de los centros recomendad­os para inicarse en el submarinis­mo es The Dive Centre. A la derecha, la misa cristiana, que se celebra todos los domingos.
Uno de los centros recomendad­os para inicarse en el submarinis­mo es The Dive Centre. A la derecha, la misa cristiana, que se celebra todos los domingos.
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