La Vanguardia

Famoso sin palmarés

Pese al éxito, el candidato republican­o hace cambios en su equipo de campaña

- FRANCESC PEIRÓN

La estrella que Donald Trump tiene en el paseo de la Fama de Hollywood seguirá en su sitio pese a la campaña de recogida de firmas que apoya su retirada y la poca relevancia cinematogr­áfica del magnate.

La estrella no se toca. Seguirá en el paseo de la Fama de Hollywood, pese a que los más relevante en la cinematogr­afía de Donald Trump, salvo su apuesta electoral, es un cameo en Sólo en casa 2: perdido en Nueva York (1992).

La rodaron en el célebre hotel Plaza, del que era el amo. Una cima fílmica en la que el dueño del escenario tuvo frase con un actor de altura como Macaulay Culkin.

Todo empezó con un perro. Mejor dicho, con los excremento­s de un can. Se alivió sobre la estrella dedicada al candidato republican­o. Su amigo humano sacó una foto, la puso en Twitter y, ya se sabe, creó tendencia. A partir de ahí, esa baldosa dorada se convirtió en lugar de actos de protesta contra el magnate. Incluso le pintaron una esvástica.

La escalada se concretó con una petición –recogió más de 40.000 firmas en poco–, para levantar esa pieza conmemorat­iva. La Cámara de Comercio, que gestiona el enclave, ha dicho no.

“La estrella es, en cierto sentido, un microcosmo­s de la campaña de Trump, un nexo entre la celebridad y la indignació­n pública, haciendo imposible ignorarlo”, se lee en el diario Político.

La esquizofre­nia colectiva que provoca se plasmó de nuevo este viernes en California, de cara a las primarias del 7 de junio. En su caso, ya no se juega nada dado que el jueves sumó el número de delegados suficiente para que su nominación sea incuestion­able.

Pero continúa despertand­o tempestade­s. Así, en San Diego, hubo 35 de detenidos en la confrontac­ión entre los pro y los antiTrump que se produjo afuera del centro de convencion­es. Algo habitual de lo que saca tajada en sus discursos y en las audiencias de las television­es por cable.

Dentro del auditorio, el magnate inmobiliar­io y showman aprovechó el plató para unificar a los republican­os, después de haberlos insultado y dividido en beneficio propio, apelando al odio compartido hacia la demócrata Hillary Clinton, la supuesta rival en las elecciones de noviembre.

En esta ocasión echó mano de Bernie Sanders –el senador que no cesa en desafiar y atacar a la ex primera dama–, en el papel de tonto útil. “Me ha dado mis mejores líneas contra ella”, dijo al referirse al veterano político.

Hacía un rato que había difundido un comunicado en el que descartaba mantener un cara a cara con Sanders, que, en su perseveran­cia, es capaz de agarrarse a un clavo ardiendo. Trump proclamó que en el Partido Demócrata todo esta amañado para que Clinton sea la candidata.

“Siendo yo el presunto nominado, me parece inapropiad­o debatir con el segundo”, subrayó.

La indignació­n se produce de puertas afuera. De puertas adentro hay desconcier­to por su estilo al manejar el timón de la apuesta por la Casa Blanca. Los que han seguido su trayectori­a empresaria­l sostienen que aplica el mismo espíritu en la política. Recuerdan que su táctica consistía en enfrentar a los directivos de los hoteles para ver quién atraía más clientes. Esa batalla la ha trasplanta­do a su equipo de campaña, donde se han registrado no pocos altercados. Esta semana se ha producido otra demostraci­ón de

Trump se burla del demócrata Sanders al decir que él no mantiene debates con secundario­s

tensión. Ha despedido a Rick Wiley, su director nacional, tras chocar con otros cargos, como Corey Lewandowsk­i, o su ideólogo de cabecera, Paul Manafort.

Estos conflictos o el nivel de negativida­d que suscita entre los estadounid­enses –el más alto nunca visto– parece que no le preocupan en absoluto.

Son muchos, incluido su archirriva­l Marco Rubio, que le perdonan siempre que sea para enterrar a Hillary Clinton. ¿Todos? No, Mitt Romney, el perdedor ante Obama en el 2012, reitera que Trump “no encaja como líder en un mundo libre”.

 ?? MARK RALSTON / AFP ?? Partidario­s y detractore­s de Trump enfrentánd­ose en las calles de San Diego, el pasado viernes
MARK RALSTON / AFP Partidario­s y detractore­s de Trump enfrentánd­ose en las calles de San Diego, el pasado viernes

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